Esa noche abrazados
en la plaza
caminábamos con nuestro perrito.
La tormenta no era una real amenaza
ni siquiera lo era el ambiente inhóspito.
Por el contrario era una noche acogedora,
pues estar juntos era lo más importante.
La oscuridad y la lluvia eran motivadoras
de nuestro único
sentimiento embriagante.
Los tenues farolitos nos alumbraban
en la romántica y solitaria caminata,
siendo los árboles quienes custodiaban
y el viento junto al goteo una serenata.
¿Qué nos impedía pasear bajo la lluvia?
¿Acaso la lluvia no es hasta inspiradora.?
¿Qué nos impedía disfrutar bajo la lluvia?
¿Acaso la lluvia no es del amor promotora.?
MARCELA BARRIENTOS 20/02/2015 ©
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