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jueves, 18 de noviembre de 2021

MI PLANTA DE MANDARINA

 







Una siesta de invierno a mis 11 años decidí con más inocencia que expectativa poner en una maceta una semilla de mandarina. 

La regaba cada tanto sin estar pendiente de mucho más hasta que un día de primavera comenzó a asomar lo que sería con los años mi árbol de mandarina.

Pasado un poco más de un año tenía una altura para ser trasplantada en tierra.

Una decisión que implica una nueva etapa llena de emociones. 

Elegimos con mi papá un lugar del lado del jardín de mi mamá. Ahora sólo quedaba esperar que se adapte al nuevo lugar.

Ya era más visible era un tronco finito con ramitas cortas pero tenía toda su potencia a la vista.

Dos años después del trasplante una queja de mi madre sobre que la planta " estaba en su lugar" y que ya estaba creciendo bastante nos llevó a buscarle con mi padre otro lugar, esta vez al lado del limonero y donde él tenía su huerta.

A esta altura la sentía parte mía, era mi semilla y quería que no se secara. Trasplantarla por segunda vez era un desafío y otra etapa de prueba sorprendentemente superada.

Verla crecer era mi orgullo ni que decir cuando dio sus primeros frutos.

Fueron casi diez años hasta ese día especial para mí. 

Con el tiempo no solo daba frutos cada finales de otoño sino que era hogar de nidos de pájaros y nuestra sombra en el verano para tomar unos mates típicos de mi país.

Pero todo cuento tiene un final y este final no es el que soñé. Mi planta dio frutos hasta el año que murió mi madre. Cada año durante más de 30 años nos dio dulces mandarinas y tenía ya 40 años de vida desde ese día que puse una semilla en una maceta.

Hoy recuerdo las siestas de invierno en que con mi padre comíamos mandarinas recién sacadas del árbol y bajo sus ramas. Era casi un ritual que hasta compartieron mis hijos.

El año pasado, el triste año de la pandemia puse en alquiler la casa de mis padres y tristemente este año cuando dejaron la casa vi mi árbol desnudo y seco. No había más hojas ni nidos en sus ramas. Estaba tan triste su aspecto aunque seguía firme con sus brazos extendidos.

Te voy a extrañar, querida planta, mi planta de mandarina. Hoy solo quiero invitar a todos los niños que se animen a plantar una semilla de lo que quieran y que la cuiden con la esperanza de tener su propio árbol. ¡ Se siente tan lindo ayudar a la naturaleza a generar más vida! No importan los años que demore, valdrán la pena.

Hoy que tengo que despedir esos años de tanta fertilidad enjuago mis lágrimas cargadas de nostalgias recordando los años felices.

Marcela Barrientos 17/11/2021 Copyright

Derechos de Autora Reservados

Argentina.




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