En lo más alto de una cumbre, entre delirios de viento y travesías de
nubes, una semilla yacía en letargo, esperando el momento adecuado para
emprender su infinito menester de crecer y florecer. Durante mucho tiempo
había permanecido en ese estado de paciencia, buscando la conexión
necesaria con la tierra que le permitiría alcanzar su plenitud.
Hasta que un día, en un acto de pura alquimia natural, la semilla cayó al suelo
en un lugar ignoto, donde el petricor impregnaba el aire y la luz del sol
acariciaba su piel. Fue entonces cuando la tierra la recibió con una celeridad
asombrosa, envolviéndola con cariño y cuidado.
La semilla sintió cómo sus raíces se extendían con fervor, buscando nutrirse de
los elementos que la rodeaban. El tiempo parecía detenerse, como si la
reconciliación entre la semilla y la tierra fuera un acto eterno y sagrado. Las
eruditas raíces exploraban cada rincón del suelo, absorbiendo cada gota de
agua y cada gramo de nutrientes con avidez.
Poco a poco, la semilla empezó a desprenderse de su letargo, sintiendo cómo su
ser se transformaba en una sinfonía de colores y aromas. El estiigma de su
pequeñez se desvaneció, dando paso a una nueva forma de vida, rutilante
llena de vitalidad. La tierra, complacida, le concedió todo su amor y apoyo,
permitiéndole crecer con fuerza y armonía.
Así, entre la luz rutilante del sol y la complicidad de la lluvia, la semilla floreció en
todo su esplendor, mostrando al mundo la belleza y la magia que habían nacido
de su encuentro con la tierra. Y juntas, en un abrazo eterno, se convirtieron en la
representación viva de la perfecta simbiosis entre la naturaleza y la vida.
La insensatez de la mente humana no puede comprender la magnitud de la
sensatez de la naturaleza al crear la unión perfecta entre la semilla y la tierra. Es
en esta unión que se manifiesta la verdadera esencia de la vida, donde la semilla
encuentra su propósito divino de germinar con fertilidad y propagar su don
genético. Es en esta epifanía inmortal que la semilla revela su trascendencia
original, demostrando su poder de renovación y crecimiento en un ciclo eterno de
muerte y renacimiento.
La necedad de la sociedad moderna nos ha alejado de este mandato divino de la
germinación, llevándonos a desconectarnos de nuestra propia naturaleza y de la
sabiduría ancestral que yace en la unión perfecta entre la semilla y la tierra. Es
urgente que despertemos de nuestra irracionalidad y celebremos la magia de la
vida en su forma más pura y esencial, reconociendo la belleza y el misterio de las
maravillas que nos rodea. Sólo así podremos abrirnos a la trascendencia original
que nos espera al reconectar con nuestras raíces y abrazar con gratitud el ciclo
perpetuo de la vida en su máxima expresión de fertilidad y creación.
Solo reconociendo la insenescencia magistral que existe en el simple hecho
de que una humilde semilla que cae en la tierra se deje morir en su esencia para
transformarse en una planta que dé frutos para volver a ser nuevas semillas que
repitan constantemente el milagro de reconocer su propósito vital. En este proceso
el hombre con su maldad característica y en nombre de la ciencia ha estado
interrumpiendo su condición natural y única, capturando su adn para infértiles
propósitos que abortan su capacidad de reproducción innata, un acto salvaje en
nombre de un futuro que ellos llaman mejor para convencer a la humanidad de su
sapiencia dejando de lado la rutilante erudición de las leyes intrínsecas de la
naturaleza en toda su extensión.
¡Bendita serendipia que me permitió descubrir el melifluo secreto que
esconde cualquier semilla, en su pequeñez se oculta una enorme misión de la que
no reniega, por el contrario, se enorgullece de su destino y confía en su fertilidad
entregándose a la madre tierra con absoluta confianza dando las mejores señales
que deberíamos aprender como seres humanos, ya que compartimos el planeta
no somos sus únicos dueños! Rutilante semilla que encierra la información exacta
y necesaria para renunciar a ser ella misma en beneficio de transformarse y crecer
con la seguridad de que sus frutos permitirán mantener su especie a través de
infinitas generaciones.
Marcela Barrientos 06/03/2024
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