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domingo, 31 de marzo de 2024

MARZO DE 2022


 

Marzo de 2022. La estación de trenes estaba abarrotada de personas desesperadas por huir de la guerra que azotaba a Ucrania desde febrero del mismo año.

Todo se había vuelto oscuro desde que el conflicto armado se convirtió en parte de la vida diaria.

Cada día se vivían escenas penosas de despedidas obligadas por la barbarie que supone ser invadidos por un país extranjero.

Definitivamente los que deciden las guerras juegan con las vidas de los ciudadanos sin importarles las heridas físicas y espirituales que dejan profundas huellas que nunca sanan.


Entre la multitud, un hombre de mirada triste se despedía de su esposa e hijos, quienes se disponían a subir al tren que los llevaría lejos del peligro.

—No quisiera abandonarte y dejarte solo en este momento tan duro —expresó ella.

—Y yo no podría vivir pensando que tal vez un misil destruya la ciudad y ustedes mueran. Tú y los niños deben salir de este infierno.

—Sé que tienes razón, si me voy es solo por los niños, pero tú sabes lo difícil que es para ellos también. 

—Esto es peor que las películas —oyeron que murmuró el niño con los ojos humedecidos—, ¿por qué nadie dice lo que se sufre de verdad? —continuó ante la mirada atónita de los padres.

Las lágrimas inundaban los ojos de la mujer mientras abrazaba con fuerza a sus hijos, tratando de transmitirles seguridad en medio de la incertidumbre. El hombre, por su parte, intentaba mostrar entereza, aunque su corazón se desgarraba al ver partir a su familia. Sabía que debía quedarse y luchar por su país, pero el dolor de la separación lo consumía por dentro.

—Ya es hora que suban —dijo él, mientras abrazaba a cada uno con gran dolor.

—Papi, te vamos a extrañar —gimoteo la más pequeña, aferrándose con fuerza al oso de peluche que su padre le había regalado en su último cumpleaños.

—Papá también los va a extrañar mucho pero pronto volveremos a estar juntos —le respondió acariciando su cabeza.

El hijo mayor de unos 11 años tenía el ceño fruncido y sintió un impulso fuerte de abrazar a su padre mientras le decía en el oído:

—Yo las cuidaré, solo te pido que tú también te cuides. 

—Esta absurda pesadilla jamás romperá nuestro amor de familia. Solo espero que termine pronto —le respondió el padre.


Con un nudo en la garganta, el hombre se acercó a la ventanilla del tren donde su esposa e hijos se encontraban. Extendió sus manos hacia ellos, deseando que pudieran sentir su amor y protección a través de ese gesto. La angustia se enmarcaba en su rostro mientras pronunciaba unas palabras que se perdían en el estruendo de la estación.


— ¡Cuídense, los amo! ¡Volveremos a estar juntos, no pierdan la esperanza! —murmuró con voz entrecortada. Su esposa le lanzó una mirada llena de amor y dolor, sabiendo que la próxima vez que se vieran, todo habría cambiado.


El hombre observó cómo el tren se ponía en marcha, llevándose consigo a su familia y sus sueños de paz y tranquilidad. Se quedó parado en la plataforma, con el corazón hecho pedazos y la determinación de luchar hasta el final por su tierra y sus seres queridos.


Mientras el tren se alejaba, el hombre seguía con las manos extendidas hacia la ventanilla, como si pudiera retener un poco más de tiempo la imagen de su familia. En ese gesto, se reflejaba todo su amor, su sacrificio y su esperanza de un reencuentro futuro en un mundo donde la paz finalmente reinara.


Y así, entre sollozos y suspiros, el hombre vio desaparecer el tren en la distancia, llevándose consigo parte de su corazón, pero dejando en su alma la certeza de que la lucha por un futuro mejor valía la pena, aunque el camino fuera lleno de obstáculos y sacrificios.


Al mirar a su alrededor, vio su dolor reflejado en otros rostros afligidos que rompían en llanto, porque aguantar el dolor era mucho más difícil que dejarlo salir, aún cuando los sollozos y las violentas convulsiones del incesante llanto generaban fastidio y malestar físico, y la cabeza no podía más del esfuerzo, descargarse era lo más sano que podían hacer en ese momento.


Llorar mientras se prometían que sería lo último que hicieran en forma de lamento. Y salir más fuertes que antes para poder avanzar, porque debían acabar con esta guerra, ellos lo sabían, la injusticia no duraría mucho. Todos le hicieron esa silenciosa promesa al cielo que los observaba.

Marcela Barrientos 03-03-2024

Derechos de autora reservados

Argentina




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