Hoy, después de ocho años desde tu partida, me siento a escribirte con el corazón rebosante de recuerdos y emociones. Evocar tu presencia es sentir un poco menos la ausencia que dejaste en nuestras vidas, aunque tu falta siempre será un profundo vacío. Extrañar tu sonrisa, tus consejos y ese compañerismo que siempre nos brindabas es una tarea cotidiana; sin embargo, sé que estuviste aquí, en cada rincón que guarda tu esencia.
La vida contigo fue un regalo, un soplo de amor que dejó huellas indelebles en nuestros corazones.Gracias papá por elegir que sea parte de tu vida.
Marcela Barrientos


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