EL AMOR QUE NOS PIDE JESÚS
“Oísteis que fue
dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Mas yo os digo: Amad a vuestros enemigos,
bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por
los que os ultrajan y os persiguen; Para
que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos: que hace que su sol
salga sobre malos y buenos, y llueve sobre justos e injustos. Porque si amareis a los que os aman, ¿qué recompensa
tendréis? ¿no hacen también lo mismo los publicanos? Y si abrazareis a vuestros hermanos solamente,
¿qué hacéis de más? ¿no hacen también así los Gentiles?” (Mateo Cap. 5-Ver.
43-47)
Ninguno de nosotros sabe amar
en el sentido de las
palabras de Jesús.
Y carecemos de la humildad necesaria
para darnos cuenta de esa verdad.
Tenemos algo poderoso que se llama ego
que nos enceguece y
nos hace narcisista.
También estamos dominados por el orgullo
que nos impide pedir perdón a tiempo
tanto como nos impide perdonar de corazón.
La vanidad nos envuelve y nos viste de indiferencia.
Y llamamos amor a fanatismos que siguen destruyendo
relaciones, familias, amistades, sociedades y países.
Un amor enfermizo que hasta genera violencia extrema.
Llamamos amor a un sentimiento que nada se le parece.
Si amaramos de verdad no habría bullying ni crímenes,
seríamos responsables de nuestros errores sin soberbia.
Reivindicaríamos a seres humanos que sí fueron ejemplo
de llegar a lo más cercano de su verdadero significado
no iríamos tras líderes que nos proponen que matar
es la mejor manera de acabar con los enemigos
que cada uno inventa en su vana pretensión de dominar.
Amar es crear puentes no es construir muros impenetrables.
Amar no es preguntar de que país eres, o que raza, o credo.
Amar es ver en el otro un prójimo tan distinto como igual a
mi.
Marcela Barrientos 28/01/2018 ©
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Argentina