El amor incondicional que recibí de ellos,
dos seres con un amor puro hacia mi,
una niña que Dios les puso en su camino.
Nací desde sus corazones y nunca salí de allí.
Me educaron en el respeto y en la fe,
en la honestidad y en la humildad,
fueron ejemplo de lo que me enseñaban,
caminé de sus manos mientras fui niña
y bajo su atenta mirada cuando crecí,
porque siempre estuvieron para ayudarme.
Reconozco en ellos el amor más puro,
el que nunca exigió nada a cambio.
No sé si fui la mejor hija, sólo sé
que estar a su lado acompañándolos
en su vejez es mi mayor privilegio
y aunque mi padre partió hace poco,
mi mundo esta llenó de su ser.
Y, mi madre, perdida en su mundo,
me permite devolverle su entrega total,
esa que tuvo siempre en su lozanía.
Marcela Barrientos 29/08/2018 ©®
Derechos de Autora Reservados
Argentina
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