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miércoles, 30 de abril de 2025

ECCE HOMO

 



Título: Ecce Homo


En la quietud de la noche, el cielo se abre,  

una aurora de espinas y lágrimas, un manto que arde,  

y allí, en la cruz, yace el Hombre, la carne y el alma,  

una piedra viva, un sacrificio que nunca se calma.


Sus ojos, faros de misericordia, reflejan mares profundos,  

como espejos de un amor que abraza los mundos,  

su piel, un lienzo de heridas y promesas,  

una sinfonía de dolor que en silencio reza.


Ecce Homo: mira al que sufre, el que carga la pena,  

el que en su mirada lleva toda la historia humana,  

sus manos, ramas de un árbol que nunca se doblegan,  

extendidas en perdón, en gracia que no se apaga.


Su cuerpo, altar de entrega , llama y vuelo

una ofrenda de amor que quema y es consuelo,  

cada gota de su sangre, río de templanza,

que limpia las heridas, que renace la esperanza.


Y en su rostro, la luz de la redención,  

una promesa de vida, de paz, de perdón.

En su sufrimiento, brota la flor de la Salvación 

y en su sacrificio, la Eternidad ya es acción. 

Marcela Barrientos 18/04/2025

Derechos de autora reservados Argentina



KAELIS Y EL ESPECTRO DEL REY ATLAS

 



Título: Kaelis y el espectro del rey Atlas

En la majestuosa ciudad de Atlantis, donde los templos de oricalco brillaban bajo la luz de un sol eterno y los canales serpenteaban entre grandes torres de mármol, vivía Kaelis, un joven escriba de la casta de los sabios. Desde su infancia, había sido visitado por sombras que susurraban secretos en lenguas olvidadas, voces que parecían arrastrarse desde el fondo del océano y que solo él podía escuchar.

Antes de presentarse ante Kaelis, el espectro del rey Atlas recorría la ciudad que una vez gobernó. Deslizándose entre las calles, contemplaba con nostalgia los grandes templos, las plazas llenas de vida y los jardines colgantes donde los atlantes se reunían para discutir filosofía y astronomía. Observaba a los sacerdotes rendir tributo a Poseidón, ignorantes de que su dios ya no los protegía, y a los comerciantes intercambiar metales preciosos, sin saber que pronto todo lo que poseían sería tragado por el océano. Con cada paso etéreo, sentía el peso del tiempo y la inminente condena de su pueblo. Cuando finalmente encontró a Kaelis, su última esperanza, supo que debía entregarle el mensaje antes de que fuera demasiado tarde.

Kaelis sabía que no estaba loco. Aquellas sombras eran los fantasmas de los primeros reyes de Atlantis, los hijos de Poseidón, que le hablaban del destino de la ciudad. Cada noche, mientras los demás dormían, él se encerraba en su estudio, rodeado de papiros y tablillas, y escribía con una caligrafía trémula las advertencias que aquellos espectros le traían:

"El agua se alzará. El cielo tronará. La ira de los dioses nos alcanzará".

Pero lo más inquietante era que, al despertar, encontraba nuevos fragmentos en sus escritos, líneas que él no recordaba haber plasmado. Su pluma se movía sola en la noche, sus papiros registraban palabras desconocidas, como si los propios recuerdos de Atlantis intentaran preservarse en la tinta.

Los atlantes, orgullosos de su grandeza, no prestaban atención a presagios ni advertencias. La ciudad, cuna del conocimiento y la tecnología, prosperaba sin límites. Sus habitantes, descendientes de los dioses y hombres, vivían en la opulencia, y su rey, Altheon, se negaba a creer en la caída de su imperio.

Sin embargo, Kaelis sabía que el final estaba cerca. En sus visiones, los mares rugían y devoraban la ciudad, las tierras se partían y la brillante Atlantis se hundía en un abismo sin fondo. Las sombras de los antepasados lo llevaban a través de universos paralelos, mostrándole versiones de Atlantis que ya no existían, mundos en los que la ciudad se había salvado y otros en los que ni siquiera había sido fundada.

—No es tarde, Kaelis —le susurró el espectro del rey Atlas, el primer soberano de Atlantis—. Debes advertirlos.

—He tratado, pero nadie me escucha —respondió Kaelis con desesperación—. Me llaman loco, se ríen de mis advertencias. ¿Cómo puedo convencerlos?

Atlas lo observó con tristeza, su figura espectral vibrando en la penumbra del estudio de Kaelis.

—El destino ya está escrito. Pero aún puedes salvar lo más valioso de Atlantis: su conocimiento, su legado. Debes partir.

—¿Partir? —Kaelis frunció el ceño—. No puedo abandonar mi hogar.

—Si te quedas, perecerás con ellos. Pero si cruzas el umbral, Atlantis vivirá en otra forma. En otro tiempo.

Kaelis dudó. Sabía que tenía razón, pero el amor por su gente lo ataba a la ciudad. Entonces, el fantasma extendió una mano transparente y tocó su frente. En un instante, Kaelis vio el futuro con claridad: la ola gigantesca, el fuego devorando los templos, la desesperación de los atlantes al comprender que su soberbia había sellado su destino.

Esa noche, la ciudad comenzó a reaccionar. Los templos vibraban con un murmullo sordo, los canales parecían cambiar sutilmente de dirección, y los edificios crujían como si quisieran advertir a sus habitantes. Atlantis respiraba, su esencia intentaba aferrarse a la existencia antes de la inminente destrucción.

Al día siguiente, con la determinación de un profeta maldito, Kaelis llevó sus escritos a los consejeros reales. Lo ridiculizaron y lo expulsaron del palacio. Desesperado, caminó por la ciudad, observando a la gente celebrar sus festines, ignorantes de la catástrofe que se cernía sobre ellos. Sabía que debía actuar por su cuenta.

La última noche en Atlantis fue silenciosa. El aire olía a tormenta, y el suelo temblaba con un murmullo sordo. Kaelis corrió al templo de Poseidón, el más sagrado de la ciudad. En su interior, las estatuas de oro y marfil parecían observarlo con tristeza. El océano afuera rugía con fuerza, y Kaelis sintió que no era solo el viento lo que lo agitaba: había una presencia en las aguas, una conciencia antigua, una voluntad colérica y doliente.

—Si debo perecer con mi pueblo, lo haré. Pero si existe una forma de preservar nuestra historia, que así sea —murmuró.

Al tocar el altar, sintió un estremecimiento recorrer su cuerpo. La realidad se desgarró ante sus ojos, y un portal se abrió frente a él. Al otro lado, una Atlantis intacta flotaba en la inmensidad de un universo paralelo, una versión de la ciudad que jamás había caído. Kaelis entendió lo que debía hacer: debía llevar consigo los registros de Atlantis para que, en algún rincón del tiempo, su civilización no fuera olvidada.

Cuando la gran ola cubrió la ciudad, Kaelis ya no estaba allí. Había cruzado el umbral, llevando consigo las palabras de los fantasmas y la memoria de un mundo perdido.

Hoy, algunos dicen que los ecos de Atlantis aún resuenan en los sueños de los poetas y visionarios, que en noches de luna llena, Kaelis camina entre nosotros, susurrando los secretos de una ciudad que una vez desafió a los dioses.

Marcela Barrientos 18-03-2025

Derechos de autora reservados

Argentina 

Cintia y los aros de la verdad

 

Título: Cintia y los Aros de la Verdad

Cintia había heredado muchas cosas de su tía abuela Juana, pero nada se comparaba con los aros de pluma de pavo real que le había regalado en su último cumpleaños. Juana siempre decía que esos aros habían pertenecido a una vieja bruja del pueblo, una tal Doña Eulalia, conocida por hacer travesuras y lanzar hechizos en los días de luna llena. “Ten cuidado con ellos”, advertía Juana, “pues tienen el poder de mostrarte lo que otros no pueden ver”. 

Intrigada y con un aire de desafío, Cintia decidió ponérselos ese viernes por la tarde antes de salir a pasear. A medida que se adornaba frente al espejo, los brillantes colores de las plumas la hipnotizaban. Sin embargo, al salir a la calle, la atmósfera parecía diferente: un ligero escalofrío recorría su espalda. “Sólo son los aros”, pensó, intentando convencerse. 

Mientras caminaba por el vecindario, notó algo raro en la casa de la esquina, cuyo jardín siempre estaba descuidado. Las plantas parecían susurrar entre sí, y, en el umbral de la puerta, visible solo para ella, se asomaba una figura encapuchada. Cintia parpadeó, creyendo que sus ojos la engañaban, pero la figura seguía ahí, quieta como una estatua. 

“¿Hola?”, preguntó Cintia, sintiéndose risiblemente nerviosa. Pero la figura no respondía. En cambio, gesticuló con una mano, invitándola a acercarse. 

Con una mezcla de curiosidad y miedo, Cintia se acercó. Al llegar a la puerta, la figura se reveló como una anciana que parecía tan frágil como un hilo de seda. “¿Has venido a buscar el tesoro?”, preguntó la mujer con una voz llena de misterio. 

Cintia dudó. “¿Qué tesoro?”

La anciana sonrió, mostrando unos dientes amarillos, “Los aros que llevas son más poderosos de lo que piensas. Esta es una noche ideal para descubrir su magia”.

La curiosidad superó su temor. “¿Qué debo hacer?”

“Solo sigue mis instrucciones”, dijo la anciana, y Cintia se encontró a sí misma dentro de la casa, donde las sombras danzaban en las paredes y un leve aroma a especias flotaba en el aire. La anciana le indicó que se sentara en un viejo sillón cubierto de polvo y que cerrara los ojos. “Ahora, piensa en algo que te gustaría conocer”. 

Cintia cerró los ojos con fuerza, preguntándose si la historia de Doña Eulalia era cierta. En ese momento, las plumas brillaron intensamente, y cuando Cintia abrió los ojos, se encontró en un lugar completamente diferente. Rápidamente comprendió que estaba en un claro del bosque, rodeada de criaturas extrañas: una ardilla con gafas, un búho con un sombrero de copa y un conejo que parecía un diminuto experto en artes marciales. 

“¡Bienvenida! Nos has traído algo de emoción”, exclamó el búho, volando sobre su cabeza. “Es hora de una aventura”.

Cintia, entre el suspenso y la hilaridad, comenzó a seguir a estos nuevos amigos. La ardilla le explicó que cada vez que usaba los aros, la magia la llevaba a lugares insólitos donde debía resolver acertijos. “Pero ten cuidado, porque no todo es lo que parece”, advirtió el conejo. 

Mientras exploraban, descubrieron una cueva oscura que prometía tener un tesoro escondido. Sin embargo, la entrada estaba custodiada por un troll que, aunque feo, tenía una risa contagiosa. “Solo puedo dejar pasar a quien me haga reír”, dijo el troll con una sonrisa burlona. 

Cintia, nerviosa, comenzó a contar chistes tontos que había oído de su tía Juana. “¿Por qué el pájaro no usa Facebook? ¡Porque ya tiene Twitter!” El troll soltó una carcajada. “¡Eso fue terrible, pero te dejo pasar! Me divertiste”. 

Una vez dentro de la cueva, se encontraron con un impresionante espectáculo: un enorme cofre dorado rodeado de luces brillantes que danzaban como si estuvieran vivas. Cintia no podía creer lo que veía. “¡El tesoro de Doña Eulalia!”, exclamó en voz alta. Pero antes de que pudiera acercarse, una sombra se alzó ante ellos: era un dragón diminuto, más parecido a un lagarto gigante que a un feroz reptil, pero ¡vaya que tenía carácter!

“¿Quiénes osan entrar en mi cueva?”, preguntó el dragón, su voz sonando como el crujido de hojas secas. “Si deseáis el tesoro, debéis responder a mi acertijo”. Cintia se sintió emocionada y aterrada a la vez, pero estaba lista para enfrentar el desafío.

“¡Adelante!”, dijo con determinación, mientras sus amigos la animaban desde atrás.

“Soy ligero como una pluma, másaún, así puedo ser pesado como una montaña. Te hago reír, te hago llorar, y aunque me busques, nunca me podrás tocar. ¿Qué soy?” El dragón miraba a Cintia con curiosidad, como si ella tuviera la respuesta clave.

Cintia se quedó pensando. La ardilla hizo gestos nerviosos, el búho observaba atentamente, y el conejo saltaba de un lado a otro, claramente ansioso. Finalmente, una idea brillante cruzó por su mente. “¡Es una emoción!”, gritó Cintia, llena de confianza. “La risa y la tristeza son emociones, ¡y no se pueden tocar!”.

El dragón pareció sorprendido, y tras unos momentos de silencio, dejó escapar una risita suave. “Muy bien, pequeña aventurera, has ganado”, dijo finalmente. “Pueden llevarse el tesoro, pero recuerda, no es el oro ni las joyas lo que verdaderamente importa, sino lo que llevas en tu corazón”.

Cintia y sus amigos se acercaron al cofre, el cual se abrió con un suave clic. Dentro, en lugar de piedras preciosas, encontraron un bello libro antiguo titulado “Las Aventuras de la Risa y la Magia”. “Es un libro de cuentos y secretos, ¡además de muchos acertijos que debes resolver!”, anunció el dragón, guiñándole un ojo.

Regresaron al mundo real con el libro en las manos y un sinfín de historias por descubrir. Cintia se dio cuenta de que los aros de pluma no solo le habían mostrado lo que otros no podían ver, sino que también le habían enseñado a valorar la bondad, la risa y la valentía que llevaba dentro.

Al salir de la casa de la anciana, la noche se sentía diferente, llena de posibilidades. Cintia trató de recordar cada instante, desde las criaturas mágicas hasta el dragón, y decidió que, aunque había tenido miedo, también había disfrutado de una aventura como ninguna otra. 

A partir de entonces, cada vez que llevaba los aros, no solo se preparaba para descubrir secretos, sino también para compartir risas y disfrutar de las locuras que la vida le podía ofrecer. Y todo gracias a su tía abuela Juana, los aros de pavo real, y un toque de magia en su corazón.

Marcela Barrientos 09-03-2025 

Derechos de autora reservados

Argentina

ECOS EN LA OSCURIDAD

 



Título: Ecos en la Oscuridad

Era un lugar en el que la luz nunca había hecho su aparición, un abismo de oscuridad absoluta que envolvía al protagonista, a quien llamaremos Elian. No sabía cómo había llegado allí; su memoria era un rompecabezas desarmado, cada pieza perdida en la nebulosa de un tiempo que parecía no existir. La ausencia de luz era tan densa que podía casi palparse, un manto pesado que oprimía su pecho y hacía que el aire se sintiera espeso.

Elian se dejó caer sobre el suelo frío y duro, sintiendo la textura rugosa de la piedra. En ese instante, las preguntas comenzaron a fluir en su mente, como ríos subterráneos buscando su cauce. “¿Dónde estoy? ¿Por qué estoy aquí?” Su voz resonó en el vacío, como un eco que se perdía en la inmensidad. Pero la oscuridad no tenía respuestas, solo un silencio que se tornaba ensordecedor.

“Quizás esto sea un castigo”, pensó Elian, su mente girando en círculos. “He cometido errores, he dejado que la vida me arrastre. Tal vez esto sea mi penitencia, una retribución por mis decisiones.” Pero a medida que reflexionaba, una luz tenue comenzó a filtrarse desde su interior, una chispa que desafiaba la oscuridad que lo rodeaba. “No puede ser solo eso”, se dijo. “La oscuridad exterior no puede anular lo que llevo dentro.”

Con el tiempo, su percepción empezó a ajustarse. La oscuridad no era solo un vacío; había en ella una especie de textura, una profundidad que podía sentir con su piel y su ser. Era como si cada respiración le ofreciera una nueva pista, un nuevo sentido que le revelaba la esencia de su entorno. Los ecos de su propio cuerpo, el ligero murmullo de su respiración, se convirtieron en compañía en aquel lugar desolado.

“Es curioso”, continuó dialogando consigo mismo. “En este abismo, siento que la oscuridad me observa, me escucha. Pero también hay una luz que brilla en mi interior, una luz que desafía este entorno. ¿Es posible que la oscuridad y la luz coexistan? ¿Que ambas sean parte de mí?” En su mente, la imagen de una mariposa emergiendo de su crisálida se dibujó sutilmente; una transformación en medio del caos.

Elian recordó fragmentos de su vida: momentos de alegría, risas compartidas, instantes de amor que parecían tan lejanos ahora. “Quizás estoy aquí para reconectar con esas memorias”, reflexionó. “Tal vez este lugar no es un castigo, sino un espacio de reflexión. La oscuridad puede ser un lienzo en blanco, y yo, el artista que decide qué colores usar.”

Mientras su mente se adentraba más en esta meditación, comenzó a sentir una corriente de energía recorrer su cuerpo. Era como si la oscuridad comenzara a despejarse, revelando caminos que solo su corazón podía ver. “Si la oscuridad es un reflejo de mis miedos, entonces debo enfrentarme a ellos. No puedo huir, debo adentrarme en mis sombras, en lo desconocido.”

Con cada pensamiento, la luz interior de Elian se intensificaba. Se dio cuenta de que la oscuridad no era su enemiga, sino una aliada que le ofrecía la oportunidad de crecer, de redescubrirse. “Puedo caminar en este vacío”, se dijo a sí mismo. “No necesito la luz externa para encontrar mi camino. La verdadera luz se encuentra en el amor propio, en la aceptación de mis imperfecciones.”

Fue así, en ese diálogo constante con su propio ser, Elian comenzó a caminar. No sabía hacia dónde iba, pero cada paso resonaba con un propósito renovado. La oscuridad, lejos de ser un final, se convirtió en el inicio de un viaje hacia la autocomprensión. Se sintió ligero, como si un peso se hubiera levantado de sus hombros. Su corazón latía con fuerza, y en ese latido encontró una sinfonía que lo guiaba.

Al final, se detuvo. La oscuridad seguía ahí, pero ya no era amenazante. Era un manto que lo abrazaba, un recordatorio de que en el silencio se encontraba la oportunidad de escuchar su propia voz. “Quizás nunca sepa dónde estoy realmente”, musitó con una sonrisa serena. “Pero estoy aquí, y eso es suficiente.”

De ese modo en medio de la oscuridad, Elian se sintió en paz, con la certeza de que la luz que había despertado en su interior sería su faro, guiándolo sin importar cuán profundo y oscuro fuera el camino que le esperaba.

Marcela Barrientos 15-03-2025

Derechos de autora reservados

 Argentina


CALIGRAMA RADICAL

 




Título: Caligrama radical

En el corazón de la tierra, donde la caliginosidad del suelo se encuentra con la luz del día, siento como mi propia raíz se afianza. Es como un homúnculo de mi deseo de crecer, un espejo de la metanoia que transforma mi energía latente en vida. Desde este sustrato, yo empiezo mi viaje hacia la eudaimonia, buscando el bienestar en cada fibra de mi ser.

Mientras las hojas susurraban suavemente con la brisa, el viejo árbol sintió un escalofrío recorrer su tronco al recordar tristes episodios del pasado. Había aprendido a percibir la energía de los seres que se acercaban a él, y en esos momentos, una sombra oscura lo cubría imperceptiblemente cargada de malas intenciones humanas. Su savia palpitaba con inquietud, como si intentara advertir a los animales del bosque que algo no estaba bien. 

Justo cuando su mente luchaba contra esa sensación ominosa, una risita clara y alegre rompió el silencio. Una niña pequeña, con flores en el cabello y ojos brillantes de curiosidad, se acercó a él, ignorando la neblina de dudas que lo rodeaba. Su presencia iluminó el ambiente, y el árbol sintió cómo su corazón se llenaba de emoción, recordando que incluso en medio de la penumbra, la inocencia y la bondad podían renacer.

—¿Qué sientes, árbol? —me pregunta la niña con ojos curiosos.

—Las raíces, frugales y tenaces, se extienden en busca de nutrientes —le respondo—, mientras mis ramas, impulsadas por el heliotropismo, se orientan hacia el sol, como si en un acto de tagoretear me dejara llevar por la música del viento. Cada hoja es un poema de vida, un caligrama que se despliega en el aire, danzando en un undísono con el murmullo de las hojas adyacentes.

—¡Qué bonito! —exclama la niña—. ¿Y qué pasa cuando creces?

—A medida que crezco, florezco en una explosión de colores —le explico—. Mis flores son inefables, un espectáculo que trasciende las palabras, un holocausto de belleza que desafía la inexorable marcha del tiempo. En cada flor se encierra el potencial de una nueva vida, un recordatorio de que mi florecimiento no es solo un destino, sino un viaje.

—¿Y luego? —pregunta ella, con una mirada expectante.

—Con el paso de las estaciones, me convierto en un refugio, un símbolo de serenidad y ataraxia. Mi sombra ofrece alivio ante las tormentas, mientras mis ramas son testigos de la vida que se desarrolla a mi alrededor. Mis frutos, dulces y abundantes, son un regalo de la naturaleza, un florilegio de generosidad que comparto con el mundo.

—¿Y qué pasa con las semillas? —pregunta la niña, con una curiosidad renovada—. ¿Cómo se esparcen por el mundo?

—Ah, las semillas, pequeñas promesas de vida —respondo, con una sonrisa en mi tronco—. Ellas tienen aliados en la naturaleza. Las abejas, con su danza, las ayudan a florecer, y el viento, con su suave susurro, las lleva a nuevos destinos. Juntos, forman un equipo perfecto, asegurando que cada semilla encuentre su camino para crecer y florecer en su propio rincón del mundo.

—¿Y qué pasa cuando llega el invierno? —pregunta la niña, con un tono de preocupación en su voz.

—Ah, el invierno —respondo, con un susurro en mi voz—. Es un tiempo de reposo, de introspección. Mis hojas caen, y mi silueta se torna austera. Pero no te equivoques, querida amiga, porque en la quietud se encuentra la preparación para el renacer. Es un ciclo, un recordatorio de que después de cada oscuridad, siempre llega la luz.

La niña se queda en silencio, como si procesara mis palabras. Luego, levanta la vista hacia mí y dice:

—Entonces, siempre hay esperanza, ¿verdad?

—Exactamente —afirmo, sintiendo cómo la energía de su inocencia me envuelve—. La esperanza es la savia que fluye en nuestro interior, incluso cuando el frío aprieta. Y tú, pequeña, también eres parte de este ciclo. Cada vez que ríes, cada vez que sueñas, estás contribuyendo a la danza de la vida.

Ella sonríe, y en sus ojos brilla una chispa de comprensión. Se acerca un poco más, como si quisiera abrazar mi tronco.

—¿Puedo darte un abrazo? —pregunta tímidamente.

Con un suave vaivén de mis ramas, me inclino hacia ella. La niña rodea mi tronco con sus pequeños brazos, y en ese instante, el tiempo parece detenerse. Siento la calidez de su abrazo, una conexión profunda que trasciende las palabras. 

—Gracias, querido árbol —susurra al alejarse—. Siempre recordaré nuestra charla.

—Y yo recordaré tu luz, pequeña amiga —le respondo, mientras ella se aleja, llevando consigo un pedacito de mi esencia.

El viento sopla suavemente, y en ese abrazo compartido, se sella un lazo que perdurará en el eco de las estaciones. En el corazón de la tierra, donde la profundidad misteriosa del suelo se encuentra con la claridad del día, sé que, como un caligrama radical, seguimos entrelazados en la historia de la vida, siempre creciendo, siempre transformándonos.

Marcela Barrientos 12-03-2025

Derechos de autora reservados

Argentina



EL ÚLTIMO GOLPE

 


Título : El Último Golpe


El cielo se partió en dos, como una cortina rasgada por la mano de un dios ofendido. El ruido fue ensordecedor, un retumbo que hizo vibrar el suelo bajo mis pies. Era el momento que había anticipado durante tanto tiempo, la culminación de un ciclo que había comenzado mucho antes de que yo naciera. Miré hacia arriba, hacia el horizonte de mi ciudad, un laberinto de acero y concreto que había sido testigo de la decadencia humana. El asteroide, un monstruo celestial, se precipitaba hacia nosotros, y en su descenso, traía consigo la sentencia de muerte de nuestra civilización.


No era sorprendente. A lo largo de los años, observé cómo el hombre, en su arrogancia, se había convertido en un mero peón en un juego que nunca entendió. La tecnología, una vez nuestra aliada, se había transformado en nuestra carcelera. En lugar de liberarnos, nos había encerrado en una prisión de pantallas y algoritmos, donde las interacciones humanas se reducían a un parpadeo de luces y mensajes efímeros. Los logros de nuestra especie, una vez gloriosos, se habían vuelto cenizas, y el esplendor había sido reemplazado por una existencia vacía, un eco lejano de lo que alguna vez fuimos.


Mientras el asteroide se acercaba, sentí una extraña calma. La historia de la humanidad, con sus guerras, sus avances y sus retrocesos, se desvanecía ante mis ojos. Ya no importaba el legado que dejaríamos atrás, ni el futuro que habíamos prometido a nuestros hijos. Me pregunté si, en algún rincón de la memoria colectiva, aún quedaba un destello de esperanza, o si todo había sido un espejismo, una ilusión fabricada por aquellos que se negaban a aceptar la verdad de nuestra propia destrucción.


El impacto fue inminente. El asteroide, un coloso de roca y metal, se estrelló contra la Tierra como si el propio universo estuviera tomando venganza. La tierra tembló, y una ola de calor me envolvió en un abrazo mortal. La explosión fue catastrófica, un fuego que devoró todo a su paso. En ese momento, comprendí que el universo había conspirado contra nosotros, que había decidido que la especie más dañina que jamás había existido debía ser erradicada.


Recorrí las calles desiertas de mi ciudad, sintiendo que cada paso era un eco de lo que había sido. Las luces de neón parpadeaban, como si quisieran despedirse de sus últimos espectadores. Las pantallas, que una vez mostraron imágenes de éxito y felicidad, ahora eran solo sombras de una realidad que ya no existía. Los edificios, esos gigantes de concreto que se alzaban hacia el cielo, parecían inclinarse, como si supieran que su tiempo había llegado. Era un espectáculo de tristeza y resignación, el final de un ciclo.


No había lágrimas en mis ojos, solo una profunda comprensión de que todo esto era justicia poética. La humanidad había sido un experimento fallido, una aberración en el vasto tejido del cosmos. Habíamos abusado de nuestro planeta, de sus recursos, de sus criaturas. En nuestra ceguera, habíamos creído que éramos los dueños de la Tierra, cuando en realidad éramos solo simples pasajeros  temporales. El universo, en su infinita sabiduría, había decidido que era hora de terminar con nuestra farsa.


A medida que el cielo se oscurecía con el polvo del impacto, sentí que la vida se desvanecía a mi alrededor. La ausencia de ruido era abrumadora. Ya no había gritos, ni llantos, ni siquiera el murmullo de la esperanza. Solo un silencio sepulcral que envolvía todo. En ese momento de calma, comprendí que no había nada que lamentar. Habíamos tenido nuestra oportunidad y, en un acto de soberbia, la habíamos desperdiciado.


El último suspiro de la humanidad se perdió en el aire, mientras la tierra se reconfiguraba, como si el universo estuviera lavando sus manos de nuestra existencia. El asteroide, con su impacto, había cumplido su misión. La sentencia final había sido pronunciada, y yo, un mero testigo de la inminente destrucción, solo podía aceptar lo inevitable.


La historia de la humanidad se desvanecía, y con ella, la memoria de nuestros logros y fracasos. Mientras el polvo se asentaba, entendí que el ciclo de la vida continuaría, con o sin nosotros. La Tierra sanaría, y tal vez, algún día, nuevas formas de vida surgirían de las cenizas de nuestra civilización, recordando lo que fuimos, pero sin repetir nuestros errores. En la vastedad del cosmos, nuestra existencia era solo un susurro, y ahora, el silencio reinaba en su lugar.

Marcela Barrientos 21 marzo 2025 

Derechos de autora reservados 

Argentina


SANGRE DE SILENCIO

 





La poesía no se escribe,

se desangra.

Brota como el fuego

cuando el pecho no cabe en sí mismo,

cuando el silencio

se hace grito dormido

y los huesos tiemblan bajo el peso de lo no dicho.

La poesía no se piensa,

se respira.

Es un río secreto

que atraviesa la carne,

un animal ciego

que rasguña las paredes del alma

buscando luz.

Nace donde la voz se quiebra,

donde el miedo es tan denso

que solo la palabra puede atravesarlo.

Es un espejo roto,

una herida que no supo cerrarse,

un hambre antigua

que ninguna boca sabe saciar.

La poesía es la sangre misma

cuando no quiere resignarse al olvido.

Es la ternura escondida en el puño,

la lágrima que no fue lágrima

Marcela Barrientos 28-04-2025

Derechos de autora Reservados

Argentina 

SAL DE LOS DÍAS

 


Sal de los días

Un libro es la sal del pensamiento,

el grano pequeño y brillante

que da gusto a la vida.

Sin él, el mundo sería

una vasta llanura seca,

un eco sin voz,

un ojo que mira pero no ve.

Abrir un libro

es abrir una ventana en medio del desierto,

es beber agua dulce en la sed de los siglos,

es vestir alas

y volar más allá del horizonte conocido.

Quien no lee,

se ata las manos al polvo,

se entrega al olvido de los sueños,

retrocede,

se adormece en la cuna de los milenios,

cuando solo unos pocos

guardaban para sí el secreto de las letras,

y la ignorancia era un yugo

más pesado que el hierro.

Cada página es una semilla,

cada palabra, una chispa.

Leer es sembrar futuro en la sangre,

es incendiar la noche del alma

con la luz eterna del saber.

El libro es llave,

es puente,

es barco,

es ala.

Es una rebelión silenciosa

contra toda oscuridad.

Desconocer su importancia

es condenarse a la sombra,

a la repetición ciega del error,

al silencio impuesto

por quienes prefieren pueblos mudos.

Hoy, en el Día del Libro,

recordamos que cada letra escrita

es un acto de libertad,

una piedra más en el edificio frágil de la dignidad humana.

Leer no es un pasatiempo:

es un derecho ganado,

es una forma de ser eternamente nuevo.

Sal de los días,

agua de los sedientos,

fuego de los que aún creen en la esperanza:

eso es un libro.

Marcela Barrientos 28-04-2025

Derechos de autora Reservados

Argentina 


PAN DIGNO

 






Trabaja el alma en manos callosas,

surco y semilla, sol y sudor,

no hay mayor honra que el fruto honesto

nacido al ritmo del corazón.

Pero,¡ay, cuánto peso en la espalda

cuando el oro ajeno marca el reloj,

cuando el hambre ajena engorda al trono

de quien nunca supo del arado o del sol!

No es digno el trabajo que esclaviza,

que arranca el tiempo y roba la voz,

que usa la vida como herramienta

y paga migajas por todo el valor.

La humanidad clama otro destino,

uno donde el pan no sea dolor,

donde el esfuerzo tenga su justa

medida en paz, en salud, en amor.

No más montañas de riqueza ajena

al borde abismo de la opresión,

no más castillos hechos de sombras

con manos rotas y sin compasión.

El mundo necesita otro equilibrio,

ni dioses de oro ni siervos sin sol,

solo la tierra, el pan compartido,

trabajo libre, justicia y calor.

Porque digna es toda labor sincera

cuando se honra y se cuida el sudor,

y solo así cambiaremos la historia:

sin amos, sin siervos... con unión.

Marcela Barrientos 30-04-2025

Derechos de autora reservados

Argentina


viernes, 25 de abril de 2025

PRESENTACIÓN DE LA ANTOLOGÍA INFANTIL ESCRITORAS DE AMÉRICA


 

martes, 22 de abril de 2025

FRANCISCO, HERMANO DE TODOS

 



Francisco, hermano de todos


Eligió llamarse Francisco,

no por gloria, ni por trono,

sino por el santo que abrazó la tierra,

que despojado y libre,

hablaba con el sol y el lobo herido.

Eligió llamarse así

porque quiso ser puente,

no muro.

Quiso andar descalzo

sobre las heridas del mundo

y cantar la paz

como una alondra sin jaula.


Fue pastor con olor a oveja,

voz de los que no tienen voz,

caricia de Dios en las periferias.

No bendijo coronas,

sino manos ajadas.

No alzó báculos de oro,

sino miradas.

Y desde Roma alzó su cruz

hecha de barro humano

y la compartió,

como se comparte el pan.


Lumen Fidei fue su farol en la noche,

la fe que no se impone,

sino que invita a mirar

con los ojos del corazón.

Laudato Si, su canto a la Casa Común,

grito verde en defensa del río,

del árbol, del pobre,

del aire que gimen los hijos.

Fratelli Tutti, su sueño sin fronteras,

un mundo donde el otro

no sea extraño ni sombra,

sino hermano.

Dilexit Nos, su último susurro:

“Él nos amó primero”.

Y con ese amor sembró

palabras como semillas,

gestos que abrieron puertas,

silencios que consolaron

más que mil discursos.


Y ayer, cuando el mundo alzaba

sus ojos al Domingo de la Resurrección,

dio su última bendición desde el alma,

como quien se despide en paz,

dejando en la plaza

una estela de luz

y una esperanza que no muere.


Hoy su voz calla en la plaza,

pero su eco vive en las manos

que curan, que abrazan,

que resisten con ternura.


Y yo, argentina de alma,

me descubro el pecho

de puro orgullo:

porque fue de los nuestros,

de barrio, de mate, de gesto simple.

Porque su santidad no usó coronas,

sino zapatos gastados.

Porque caminó liviano

para llegar más hondo.

Porque, aún vestido de blanco,

nunca dejó de ser

ese cura del pueblo

que soñaba con un mundo

donde Dios no tuviera puertas.

Marcela Barrientos 21-04-2025 

Derechos de autora reservados

Argentina 

SER POESÍA

 



Título: Ser poesía 


En el suave susurro de la mañana,  

donde el rocío abraza la hierba,  

la poesía es el canto de la brisa,  

una fragancia que ilumina el alma,  

un refugio en el ruido del mundo.


Es el lienzo donde el sol dibuja sueños,

el murmullo de un río que acaricia rocas,  

la danza de hojas en torno a la rama,  

un eco de voces que nunca se apagan,  

tejiendo el tejido del ser colectivo.


Poesía, sangre que fluyes por venas,  

navegando los ríos de emociones,  

llevando amor a cada rincón olvidado,  

como un faro en la niebla de la vida,  

guiando a los perdidos en su errar.


Es la risa de un niño en un charco,  

el sollozo de un adiós en la niebla,  

son llamas danzantes en noches heladas,  

susurros de fe en el silencio quebrado,  

un puente que une corazón con corazón.


En cada estrofa, un universo nace,  

cósmico, infinito, vibrante de vida,  

con versos que brotan de las entrañas,  

horizontes nuevos donde el amor respira,  

y el dolor se transforma en alas ligeras.


El aroma de café en la mesa del hogar,  

las manos entrelazadas fluyendo en el cosmo,

cada palabra, un destello, una llama,  

cada rima, un abrazo, una esperanza,  

un homenaje al instante que nos abarca.


La poesía es el aliento que se comparte,  

un canto de libertad en lo cotidiano,  

la chispa divina que enciende lo humano,  

la regla no escrita que guía las almas,  

y en su esencia, el mundo se transforma.


Así, en cada latido, en cada encuentro,  

teje la trama de nuestro destino,  

sangre que oxigena las emociones más dispares,

música etérea que llena el vacío infinito,

un regalo eterno que eleva el espíritu. 

Marcela Barrientos 02/09/2024

Derechos de autora reservados 

Argentina

UN PACTO

 


Título: Un pacto



En los susurros del viento, danza la esperanza,  

hojas que murmuran secretos de un nuevo amanecer,  

cada roca, cada río, un canto de alabanza,  

renovamos el pacto, a la Tierra, nuestro querer.


Como semillas en el silencio de un anhelo,  

germinamos promesas en la tierra fértil,  

el fuego de la gratitud arde en nuestro pecho,  

y su luz nos guía en el sendero, sutil.


Caminamos juntos, abrazados por la brisa,  

con manos unidas, tejemos un destino,  

las flores nos regalan su fragancia precisa,  

y en su color, hallamos el camino divino.


En el murmullo del agua, hallamos la verdad,  

su fluir suave nos recuerda el compás de la vida,  

ser agradecidos, ser eco en la eternidad,  

escribir nuevas historias, donde el amor nos anida.


Vemos en el cielo el lienzo de la unión,  

estrellas y constelaciones que brillan con fervor,  

cada ser es un verso, un eco en la canción,  

cantemos juntos, respetando su clamor.


Bailan los árboles al ritmo de nuestro sueño,  

sus raíces profundas nos enseñan a crecer,  

el respeto que sembramos es el auténtico dueño,  

de un futuro brillante que podemos tejer.


Así, en cada paso, renovamos el compromiso,  

con la paz como estandarte, la naturaleza en el alma,  

ver el mundo diverso como un bello hechizo,  

y en cada pequeño cambio, hallar la verdadera calma.

Marcela Barrientos 06/09/2024



EN ITALIANO

Titolo: Un patto


Nei sussurri del vento, la speranza danza,
foglie che sussurrano segreti di una nuova alba,
ogni roccia, ogni fiume, un canto di lode,
Rinnoviamo il patto, alla Terra, il nostro amore.

Come semi nel silenzio di un desiderio,
facciamo germogliare promesse nel terreno fertile,
Il fuoco della gratitudine arde nel nostro petto,
e la sua luce ci guida nel cammino, sottile.

Camminiamo insieme, abbracciati dalla brezza,
Con le mani giunte tessiamo un destino,
I fiori ci regalano il loro preciso profumo,
e nel suo colore troviamo il sentiero divino.

Nel mormorio dell'acqua troviamo la verità,
Il suo flusso morbido ci ricorda il ritmo della vita,
sii grato, sii eco nell'eternità,
scrivere nuove storie, dove l'amore ci annida.

Vediamo nel cielo la tela dell'unione,
stelle e costellazioni che brillano di fervore,
ogni essere è un verso, un'eco nella canzone,
Cantiamo insieme, rispettando il loro grido.

Gli alberi danzano al ritmo del nostro sogno,
Le sue radici profonde ci insegnano a crescere,
Il rispetto che seminiamo è il vero proprietario,
di un futuro luminoso che possiamo tessere.

Così, ad ogni passo, rinnoviamo l’impegno,
con la pace come bandiera, la natura nell'anima,
vedere il mondo diverso come un bellissimo incantesimo,
e in ogni piccolo cambiamento, trova la vera calma.
Marcela Barrientos 09/06/2024
Copyright riservato Argentina

PRISIONEROS

 



Título Prisioneros


En la danza de luces frías,  

donde los dedos teclean sueños,  

el eco de un susurro se ahoga,  

en pantallas que no sonríen.


El pulso de la tierra, olvidado,  

bajo la sombra de un silicio dorado.  

Cada notificación, un latido,  

cada like, un abrazo perdido.


Caras que brillan en la niebla,  

reflejos de almas en prisión,  

con voces que flotan en el viento,  

pero mueren en la conexión.


Los árboles murmuran historias,  

sus raíces son ríos de memoria;  

mientras el hombre, errante y ciego,  

pierde su sombra en falso sosiego.


Involución de quien fue cazador,  

ahora reposa tras un visor,  

El tiempo, un bucle que se repite,  

la esencia humana, cuanto más se ausente.


Y así, en este laberinto de bits,  

la huella se pierde, se desvanece,  

un mundo de huellas digitales,  

donde la carne ya no mece.


Dejamos atrás el olor a tierra,  

las risas compartidas en la sierra;  

y en esta prisión de infinitos bytes,  

gritamos en silencio, sin derechos, sin hits.

Marcela Barrientos 06/09/2024

Derechos de autora reservados Argentina 



Titolo Prigionieri


Nella danza delle luci fredde,

dove le dita digitano sogni,

l'eco di un sussurro è soffocato,

su schermi che non sorridono.


Il battito della terra, dimenticato,

all'ombra di un silicio dorato.

Ogni notifica, un battito cardiaco,

ogni like, un abbraccio perduto.


Volti che brillano nella nebbia,

riflessi di anime in carcere,

con voci che fluttuano nel vento,

ma muoiono nella connessione.


Gli alberi mormorano storie,

Le sue radici sono fiumi di memoria;

mentre l'uomo, errante e cieco,

perde la sua ombra nella falsa calma.


Involuzione di chi era cacciatore,

ora riposa dietro uno spettatore,

Il tempo, un ciclo ripetitivo,

l'essenza umana, tanto più è assente.


E così, in questo labirinto di pezzi,

la traccia si perde, svanisce,

un mondo di impronte digitali,

dove la carne non dondola più.


Ci lasciamo dietro l'odore della terra,

le risate condivise in montagna;

e in questa prigione di byte infiniti,

Urliamo in silenzio, senza diritti, senza colpi.

Marcela Barrientos 09/06/2024

Copyright riservato Argentina



lunes, 21 de abril de 2025

BIENAVENTURADA

 




Título: Bienaventurada 


Bienaventurada a la forjadora del futuro social,

la maestra, brújula en el mar de la incertidumbre,

guía luminosa de pequeñas mentes en blanco,

sembradora de estrellas en la noche oscura.

En sus manos se encuentra el destino de los niños,

es alfarera que moldea el barro de la ignorancia,

y en cada mente despierta la llama eterna del saber.

Es faro en la tormenta, guía en la encrucijada,

maestra, arquitecta de un mundo más justo y sabio,

donde los sueños germinan como semillas de esperanza.

Maestra, bienaventurada alquimista del alma,

creadora de mundos, poeta del pensamiento,

en sus manos se tejen universos de luz y conocimiento.

Marcela Barrientos 11/09/2024

Derechos de autora reservados

 Argentina


SEDUCCIÓN DE CHOCOLATE

 



Título: Seducción de chocolate 


En el aire danza un perfume,

una brisa envolvente de cacao,  

su aroma seducec mis emociones

y acaricia mi alma con su suave abrazo.


Luz de oro en cada tableta,  

flores de cacao entrelazan sus pétalos,  

un encantador fruto de la tierra,  

que invita a perderse en sus secretos.  


Al primer bocado, un éxtasis,

bajo la piel se encienden estrellas,  

una explosión de sabores mágicos,

 un poema susurrado por labios de miel.  


El chocolate se derrite,  

río de dulzura en el paladar,  

onda de calma en tempestades,  

elixir de alegría en cada crujir.  


Sus delicadas notas son hipnóticas,

un refugio en las tempestades,  

un remanso de paz en días grises,  

la risa de la infancia en cada onza.  


¡Oh chocolate, seductor amargo,  

tu esencia reparta felicidad,  

un universo en cada porción 

un canto eterno a la vida!


Si la felicidad tiene aroma,  

sin duda huele a chocolate,  

un deleite que despierta los sentidos,  

un festín para mi espíritu sensible. 

Marcela Barrientos 13/09/2024

Derechos de autora reservados

 Argentina


ESTRUCTURAS

 




Título: Estructuras

PIedras sólidas que sostienen el peso del sueño anhelado. 

pilares de fortaleza que no se quiebran a pesar de la presión, 

con la fuerza de la determinación y la fe en cada decisión. 

construyen el camino firme hacia un destino soñado.


Los cimientos son la base, el fundamento seguro,  

donde se forja la promesa de un futuro grandioso.  

Construir paso a paso, con paciencia y cuidado,  

como artesanos de un destino que nace de lo anhelado.


En cada piedra colocada, en cada brizna de esperanza,  

se construye la historia ancestral y cultural del mundo.

Que fluya la creatividad, que vibre la pasión,  

pues en los cimientos yace la semilla de la transformación.

Marcela Barrientos 16/09/2024

Derechos de autora reservados

 Argentina


COMPROMISO DE PAZ

 



Título: Compromiso de paz


No debemos dejar que la paz sea una abstracción,
o una palabra vacía, sino acción que impulse el movimiento.  
Semilla sembrada en los corazones de la niñez,  
caminando hacia un futuro de luz y pureza.

Borrón y cuenta nueva, dejar atrás las divisiones,  
y las enredadas ideas de razas, sexos y religiones.  
Guerras sin sentido, violencias injustificadas,  
arrancar las raíces del odio, desterrar los fanatismos necios. 

Extender la mano como gesto de fraternidad,  
en una sociedad distraída, perdida en la virtualidad.  
Volver a mirarnos a los ojos, descubrirnos iguales,  
en la efímera existencia, somos uno, no desiguales.

Tú eres mi reflejo, yo soy tu espejo,  
juntos somos el lienzo donde pintar un futuro en paz.
Respeto mutuo, entendimiento compartido,  
en armonía bailamos, unidos y comprometidos.
Marcela Barrientos 21/09/2024
Derechos de autora reservados 
Argentina

martes, 15 de abril de 2025

EL ARTE DEL ENCUENTRO 12-04-2025 DÍA DE LAS AMÉRICAS


 

"Lo que Necesitas es Amor"!, El Impacto Cultural 11-04-2025

lunes, 14 de abril de 2025

ENTREVISTA DE FEBE JUÁREZ DE MÉXICO

 

domingo, 13 de abril de 2025

BOCHINCHERAS

 



Título: Bochincheras

En el alba despierta Bucaramanga,  

al son de la guacharaca, alma del bosque,  

que trina con un coro de ecos sutiles,  

entre graves y agudos su canto embriaga. 


Las copas de los árboles son su pasarela,  

plumaje grisáceo, reloj de la mañana,  

el aire se llena de tu música coral

un desfile de elegancia en el amanecer. 


Carismáticas aves, bochincheras del aire,  

guardan el secreto de la selva encantada,  

sus gorjeos diferencian el sonido alegre

de los mensajes de alerta ante el peligro.


En su canto variado resuena la sabiduría,

un sonido grave que ahuyenta a los osados,  

sosteniendo el hilo del tiempo y del espacio,  

mensajeras ancestrales de pactos sagrados.


Bajo la mirada del sol que se asoma,  

se intercambian recados en códigos pulsantes,

un lenguaje instintivo en el que se adivina  

lo seguro y lo peligroso, con vibraciones constantes.


Y así despierta la ciudad con su canto,  

la guacharaca es dueña del cielo brillante,  

un espectáculo vivo que celebra el instante,  

en una sinfonía armoniosa con la naturaleza. 

Marcela Barrientos 12/08/2024

Derechos de autora reservados Argentina


BUCARAMANGA

 




Título: Bucaramanga 

Bajo el sol radiante de la ciudad se esconden,  

las montañas que abrazan a Bucaramanga con amor,  

sus calles empedradas susurran historias antiguas,  

como un río que fluye en busca de su destino mejor.  


En el aire fresco se entrelazan aromas diversos,  

como las notas de una canción que rememora el ayer,  

Bucaramanga, joya escondida entre valles y acantilados,  

donde el verde de la esperanza nunca deja de florecer.  


Las tardes se tiñen de naranja y púrpura en el horizonte,  

mientras la ciudad despierta con pasión y fervor,  

Bucaramanga, tesoro escondido en la geografía,  

testigo silente de tantas historias ancestrales.

Marcela Barrientos 03/08/20244

Derechos de autora reservados Argentina


CIUDAD BONITA

 



El corazón de la Ciudad Bonita palpita

bajo el sol que despliega su luz intensa,

y las flores se divierten con las suaves brisas

repartiendo la alegría de sus diversos colores. 


Jazmines, sonrisas que encienden la noche,  

aromas dulces que reparten cálidos abrazos,

en sus pétalos se ocultan un perfume penetrante 

que ofrece una fragancia única y elegante. 


La flor de Pascua, símbolo de la Navidad

sus llamas escarlatas besan el cielo,  

un faro ardiente en la tarde dorada,  

suya es la danza de un amor en vuelo.  


Las orquídeas, reinas en su reino floral,  

con vestidos de seda y joyas doradas,  

en cada rincón, un susurro de vida,  

un eco profundo de historias olvidadas.  


Y los helechos, verdes sueños que cuelgan,  

son susurros de selva en un mundo de concreto,  

donde el tiempo se detiene y las manos abrazan  

las raíces que anhelan romper el silencio.  


Bucaramanga, con tu paisaje florido,

seduces a los visitantes con tu encanto 

y los decoras con gratos recuerdos 

a la bella experiencia de recorrer tu entorno.

Marcela Barrientos 09/08/2024 

Derechos de autora reservados Argentina.


martes, 8 de abril de 2025

MI REFUGIO PERSONAL

 



"Siempre imaginé que el paraíso sería algún tipo de Biblioteca ", palabras de un Maestro de la literatura como lo fue Jorge Luis Borges. Y sí, Maestro, nada más maravilloso que paredes con libros esperando con ansias contar sus historias.

Desde que era niña, mi biblioteca personal ha sido mi cobijo, un cálido abrazo en un mundo que a veces se sentía frío y distante. Recuerdo la primera vez que abrí sus puertas: era como si un rincón del universo se hubiera encendido para darme la bienvenida. Los estantes, semejaban ramas de árboles de un bosque encantado, se erguían llenas de promesas y secretos, esperando ser descubiertos. Cada libro era un pasaporte a un lugar desconocido, una invitación a perderme en sus páginas y explorar los laberintos de la imaginación.

Mis noches solitarias se convertían en un festín de palabras y colores, donde cada página era una llama que iluminaba mi mente. Las historias de valientes aventureros y soñadores melancólicos danzaban en mi cabeza, creando un abanico de emociones que solo un libro podría ofrecer. En cada pausa, podía sentir el suave murmullo de las hojas al pasar, como el eco de voces que susurraban secretos guardados durante siglos. Aquellos momentos de conexión con los autores eran similares a encontrar a un viejo amigo, alguien que comprenda mis anhelos y miedos, que hable sin temor de la tristeza y la alegría que llevamos dentro. 

La biblioteca se convirtió, así, en un santuario donde los sentimientos humanos se exploraban sin tabúes ni prejuicios. Era el lugar donde la risa y las lágrimas se entrelazaban, donde los poetas desnudaban sus almas y los novelistas tejían universos paralelos. Allí, rodeada de esos guardianes de la palabra, aprendí a identificarme con las luchas y los triunfos de personajes de todas partes del mundo. Cada libro se volvió un amigo, un confidente que me abrazaba en momentos de necesidad. Algunos días, sus historias me hacían reír a carcajadas, mientras que en otros, me llevaban al borde de las lágrimas, recordándome que sentir profundamente es la esencia de ser humano.

En los días grises y complicados, encontraba consuelo en una especie de suicidio literario, un escape que me permitía aventurarme en lo desconocido sin salir de mi habitación. Con cada lectura, sentía que viajaba a tierras lejanas, experimentando culturas, tradiciones y emociones ajenas, pero siempre en conexión con mi propia esencia. En ese momento, la biblioteca no solo era un lugar cargado de repisas y cientos de libros, sino un remanso de paz donde mis emociones podían fluir libremente. En cada relato, un viaje; en cada viaje, una nueva oportunidad de crecer y entender mejor el complicado entramado de la condición humana. 

No solo los autores clásicos resonaban en mi corazón; también encontré tesoros escondidos en obras contemporáneas. Nuevas voces que hablan de realidades modernas, de luchas por la identidad y la pertenencia. Aquellos relatos me desafiaban a reflexionar sobre el mundo que me rodeaba, a cuestionar lo que daba por sentado y a maravillarse ante la diversidad de la experiencia humana. Fue en esos momentos de introspección donde descubrí cómo cada historia, por más distinta que fuera, llevaba un hilo común que unía a todos los seres humanos: el deseo intrínseco de ser entendidos y de amar, y ser amados.

En un mundo saturado de luces digitales y ruidos efímeros, las bibliotecas se erigen como refugios de silencio y sabiduría, donde el susurro de las páginas revela secretos guardados por el tiempo. Volver a ellas es reencontrarse con la esencia misma de la reflexión personal y el conocimiento, un acto de amor hacia las palabras que nos envuelven en un mundo de sensaciones. Desde los estantes, los libros son faros que iluminan senderos olvidados, invitándonos a navegar por mares de imaginación y fantasía pero a la vez llenos de realidades ocultas. Así, cada visita se convierte en un viaje poético hacia un horizonte de posibilidades infinitas, donde la tinta se transforma en alas y la lectura, en un vuelo hacia lo sublime.

Definitivamente, mi biblioteca personal sigue siendo ese lugar sagrado que solo espera la llegada de aquellos dispuestos a vivir una aventura. Una caricia cálida en la noche estrellada de mis pensamientos, una luz que nunca se apaga. Es el recordatorio constante de que en las páginas de los libros, aunque la distancia sea larga y el tiempo avance, siempre habrá un rincón para el alma que busca comprenderse y, al mismo tiempo, perderse en la vasta red de historias que celebran la vida en todas sus formas. En estos momentos, es más que una colección de papel y tinta; es una guarida donde las palabras tienen el poder de transformar, de sanar, y de unir a las almas en una fusión eterna de creatividad y pasión.

Y me despido con Borges otra vez: “…soy todos los libros que he leído”.

Marcela Barrientos 08/09/2024 Derechs de autora reservados
Argentina