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martes, 20 de mayo de 2025

CORRIENTES, SIEMPRE CORRIENTES

 



Café Buenos Aires y Librería La Popular de Eustaquio Díaz(H).



Corrientes no es simplemente un punto en el mapa para mí. Es el principio de todo. Es el lugar donde aprendí a mirar el mundo, donde el cielo siempre parece más amplio, donde el sol brilla con una intensidad casi desafiante. En enero, cuando el calor se adueña de cada rincón, la ciudad late más fuerte. La siesta se convierte en un acto sagrado, y la vida transcurre entre el murmullo de los árboles y las risas que escapan a pesar del sofocante calor.

Cada vez que pienso en Corrientes, me invade una mezcla de nostalgia y orgullo. Orgullo de pertenecer a una tierra que no se doblega, que resiste y celebra. Orgullo de haber nacido en un lugar donde el verano no es solo una estación, sino una forma de vivir: abierta, luminosa, intensa. Corrientes, en enero, es un espectáculo de vida: cielos encendidos al atardecer, calles silenciosas bajo el sol de plomo, noches donde la brisa del Paraná trae un alivio tibio que apenas roza la piel.

Mi nacimiento en enero parece sellar una unión inevitable con este paisaje ardiente. Crecí bajo el mismo sol que ahora recuerdo con cariño, corrí por esas calles que hervían al mediodía, busqué refugio en la sombra de las plazas, acompañando con mi infancia el latido de Corrientes en su época más vibrante. Y aunque la ciudad cambia, se transforma y crece, ese espíritu esencial —ese calor que es mucho más que una temperatura, que es un modo de ser— permanece intacto.


Corrientes, siempre Corrientes, me acompaña incluso cuando estoy lejos. Su nombre resuena en mí como un eco constante, recordándome quién soy y de dónde vengo. Hay en esa palabra una promesa de sol, de agua, de tierra fértil y de memorias imborrables. Allí, donde el Paraná se desliza majestuoso sin reclamar protagonismo, está mi hogar primero, el escenario donde aprendí a ser.

Cada enero que pasa, cuando el calor vuelve a hacerse presente, siento que renace en mí el espíritu de Corrientes. Es un llamado silencioso, una caricia ardiente que me recuerda que llevo en el alma el mismo fuego que alumbra esas calles, el mismo impulso vital que recorre su gente. Y aunque la vida me lleve por otros caminos, Corrientes será siempre el faro, la raíz, el corazón que late al ritmo del verano.


Taragüi, como la nombraban antiguamente en lengua guaraní, lleva en su nombre una fuerza ancestral, un eco que atraviesa generaciones. Decir Taragüi es invocar no solo a Corrientes, sino también a su esencia más profunda: su vínculo inseparable con la naturaleza, su historia marcada por la resistencia y el calor inquebrantable de su gente. Cada vez que pronuncio esa palabra, siento que me conecta directamente con un linaje de raíces fuertes y memorias compartidas bajo el mismo sol abrasador.

Corrientes, mi Taragüi, guarda en mis recuerdos alguna de sus calles polvorientas y en sus veredas calurosas una sabiduría antigua, una memoria viva que el tiempo no ha logrado borrar. Hay algo en su aire —quizá el rumor del Paraná o el canto de las cigarras en enero— que me recuerda que pertenezco a esta tierra, aunque la distancia a veces intente separarme. Taragüi no es solo el nombre guaraní de mi ciudad natal; es una palabra que lleva en sí misma toda la pasión, toda la intensidad de un verano eterno.

Cada latido del corazón de Corrientes —de mi Taragüi amada— resuena en mi interior como un llamado a la memoria y al origen. El calor de enero, la luz cegadora del mediodía, el aroma dulzón de los árboles en flor: todo en Corrientes tiene la fuerza de lo que no se olvida. Y en ese escenario, mi Taragüi se levanta orgullosa, como un símbolo de identidad y pertenencia que atraviesa el tiempo y la distancia.

Corrientes, mi querida Corrientes, es para mí mucho más que un lugar: es una forma de entender el mundo, una emoción que no se puede describir sin sentir la piel ardida por el sol, sin recordar el peso dulce del aire caliente, sin escuchar en la memoria el rumor del río que pasa, eterno, junto a sus orillas. Cada latido mío tiene algo de ese calor, algo de esa luz que solo Corrientes sabe ofrecer.

Marcela Barrientos 28-04-2025

Derechos de autora reservados

Argentina 

Construcción del Basamento de Monumento a Carlos María de Alvear de Lola Mora. Avenida 3 de Abril y Costanera. Alberto Ingimbert. Fotografía 1928-1929



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