Con mi vista recorría la plaza,
el manto verde de su suelo
estaba cortado con prolijidad.
En el asiento más cercano
dos personas con cabello de nieve
tomaban unos verdes y charlaban.
En la hamaca una niña de cabellos de oro
contrastaba con el niño de rulos carbón.
De pronto el cielo se cubrió de algodones
y las estrella diurna se escondió un instante.
Una pareja de tortolitos paseaba su amor,
¡se notaba que están en la flor de sus vidas!
Escuchar los trinos, un bálsamo para mi alma.
Una madre con nervios de acero observaba
las travesuras de sus pequeños hijos.
De repente a uno de ellos le diluviaban sus ojos
parecían un río caudaloso de amargura.
Me partió el alma su infeliz desconsuelo
pero la madre comprendió que se trataba de un capricho
y hizo oídos sordos a los reclamos del infante.
El susurro de los árboles meciéndose
me hizo recordar que ya debía partir pues el tiempo es oro.
Marcela Barrientos 21-09-2023
Derechos de autora reservados
Argentina
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