Cada día después de almorzar
te sentabas cerca del mandarino,
llevabas migas de pan en tu mano
y las dejaba en un rincón del huerto.
Desde allí contemplabas a los pájaros
que venían por su ración diaria de alimento.
Recuerdos de una infancia rodeada
de los animales de la granja familiar
de siestas traviesas junto a tus hermanos.
Hoy quedan las fotos de esas siestas
a veces comías mandarinas frescas
con la complicidad de tu perro.
Tal vez hoy los pájaros y Pepito
extrañen tu cariñosa presencia
en ese tu rincón favorito del jardín
donde flores y árboles frutales
te acompañaban en ese ritual.
Supimos tener lindas charlas,
tu banco de madera aún sigue
no tan bello como cuando tú estabas.
Marcela Barrientos 01/10/2018 ©®
Derechos de Autora Reservados
Argentina
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