Hay esquinas vívidas de movimientos especialmente a una hora específica. Y esa era la esquina de la escuela a las cinco de la tarde o tal vez unos quince minutos antes.
Enfrente de la puerta de entrada estaba la plaza y la parada del colectivo. Por la otra calle un negocio cerrado por la crisis y la parada del colectivo que va en sentido contrario. Solo la esquina en diagonal al colegio había una casa en la que nunca vi quienes vivían.
Mientras espero que salga mi hija se escuchan un montón de conversaciones e incluso gritos de una vereda a la otra. Todo era un caos pero con cierta lógica si nos ponemos a pensar en la situación.
En una de las paradas oigo quejas sobre la demora y tardanza del transporte. Una de ellas hacía quince minuto que estaba esperando y se lo comentaba a una madre que esperaba la salida de los niños.
De repente llega una señora a la que dos perros la seguían. Esto causó impresión y algunos gritos entre las madres mientras la dueña los tranquilizaba diciendo que eran inofensivos.
Un auto frena de golpe cuando una moto cruza la esquina a toda velocidad.
Eso provocó un silencio sepulcral de unos segundos. Un par de señoras se pusieron hablar sobre lo imprudente del motociclista, otras continuaron hablando de sus propios temas.
-Como te decía, si siguen aumentando las cosas ya no habrá sueldo qué alcance- continuó diciendo una señora atrás mío.
-Tal cual, este mes mi presupuesto se fue al diablo- le respondió su interlocutora.
Mientras que las cinco señoras que estaban delante de mí hablaban sobre la preferencia del color de la campera de egresados de los chicos, tema del que por experiencia siempre ha costado hasta peleas entre las madres:
-Mientras no sea azul o negra- dijo una señora rubia.
-¿Por qué no negra?- respondió la más alta.
-Mi hija quiere que tenga algo de naranja- explicaba la que estaba más cerca de mío.
- Yo creo que mejor se hace una votación- expuso la más delgada de las madres.
-Sería lo mejor- asintieron a coro tres de las madres.
-Más ahora que todo está aumentando una barbaridad –expresó la señora rubia.
Por suerte el timbre de salida sonó y las puertas comenzaban a abrirse por lo que la charla se interrumpió. Muchas madres que estábamos esperando en la plaza cruzamos para recoger a los niños.
-Mañana nos ponemos de acuerdo, hoy consulto en el grupo de whatsapp- gritó una alejándose.
Las voces infantiles inundaron el aire:
-Mamá me saqué una buena nota dijo un niño impaciente porque su madre se entere.
-¿Mamá puedo ir a la casa de Violeta? – gritó una niña antes de salir.
-¿Mamá puede venir a casa Zoe?- preguntó la niña que debe ser Violeta pues ambas estaban de la mano.
La verdad no alcancé a oír la respuesta de las madres porque todo era una confusión de voces en tanto la maestra seguía diciendo los nombres de los niños para que cada responsable lo retire.
Yo como madre nueva en un barrio nuevo solo me limitaba a observar el alboroto de esos minutos tan revolucionarios a la salida de la escuela. Parecía todo normalmente confuso.
Escuchar el nombre de mi hija me hizo regresar de mis pensamientos.
-Lucía- escuché.
Ese sonido era el que más sentido tenía para mí- pensaba mientras la esperaba con los brazos abiertos.
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