Viajar a Corrientes para pasar fin de año era habitual para nosotros y una de las cosas que más admirábamos eran las plantas del lugar muy variadas dado el clima subtropical de la región muy distinto al clima de Buenos Aires.
Un año con mi mamá nos arriesgamos a comprar plantas en un vivero para traerlas a casa. Una decisión muy pensada porque también debían soportar el traslado de casi 14 horas de viaje en auto un poco hacinadas y luego el transplante.
Fue fascinante la experiencia de entrar a ese vivero llenos de helechos de distintas variedades, orquídeas, palo de Brasil, aranto, entre otras tantas plantas. En realidad nos daban ganas de traer una de cada una y fue muy difícil la decisión de cual compraríamos en definitiva.
Hicimos dos visitas previas al lugar antes de decidirnos especialmente por las dudas que teníamos de cómo les afectaría el invierno aquí que suele tener algunas heladas importantes por lo que antes que nada decidimos hablar con el vendedor sobre cuáles podrían aguantar un cambio de clima. Mi madre era muy consciente y no quería que sufra la planta en nuestra casa por no poder adaptarse al cambio de temperatura.
Lo cierto es que lo que si trajimos es una variedad de helechos que ni siquiera conocíamos, en total trajimos siete tipos de los que recuerdo el culandrillo, un helecho muy loco porque le gusta expandirse en una forma bastante rara ya que teníamos algunas macetas colgantes donde arriba había una planta y por debajo crecía el culandrillo, lo que daba un aspecto gracioso porque la maceta tenía planta arriba y abajo.
También recuerdo un helecho que tenía como nombre Maradona, pues sus hojas eran muy chicas y parecían los rulos del jugador. Ese helecho no lo tuvimos mucho tiempo pues sí sufrió los embates del frío y no nos duró mucho.
Otro helecho que nos duró algún tiempo fue el helecho mimoso que tiene la particularidad de que sus hojas se cierran al contacto con el tacto humano. La recomendación era no abusar de manosearla porque dada esta característica es muy común tener la tentación de hacer que sus hojas se abran y cierren, cosa que no le gusta a la planta. Para mí fue la demostración de la sensibilidad de las plantas que muchas veces ignoramos y creemos que como no chillan no sienten.
El helecho más común también lo trajimos y es el que más nos duró, diría que muchos años. Mi madre tenía buenas manos con las plantas en general y a este conjunto de platas las cuidó con mucho esmero aunque muy pocas sobrevivieron al clima local. Solía taparlos, cuando sabía que a la noche iba a caer helada, con trapos que ya tenía guardados para esos fines.
Trajimos otras tres variedades más de las que no recuerdo sus nombres pero que nos cautivaron sus hojas y sus diferencias. Porque las siete eran muy distintas de verdad y en eso radicaba nuestra gran admiración.
Recuerdo con mucho cariño esas plantas subtropicales que compramos en ese viaje a Corrientes, en especial a los helechos y algunas variedades simples de orquídeas.
Lamentablemente no han quedado ninguna de las plantas compradas en aquella ocasión aunque algunas nos duraron mucho tiempo hubo algunas que no soportaron las diferencias de ambiente.
Marcela Barrientos 15-09-2023
Derechos de Autora Reservados
Argentina
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