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lunes, 20 de noviembre de 2023

La refranera


 

Si hay alguien en mi casa que se sabía miles de refranes era mi madre, le decían " la gallega", Dora o Charo y siempre tenía una frase para cada ocasión. 

" De tal palo tal astilla" replicaba cuando una situación se repetía de padres a hijos en la familia, para bien o para mal, como cuando su medio hermano se empezó a dedicar a la bebida. Mucha veces unía este dicho con el de " hazte fama y échate andar" y " en la boca del mentiroso lo verdadero se hace dudoso " Por lo que solía unir uno tras otros como en cadena. A mí siempre me recomendaba que no haga cosas de adultos porque " melón, melón, cada cosa en su estación " me repetía y que cada uno tenía su deber en la casa, mi padre trabajaba, ella cocinaba y limpiaba y mi única responsabilidad era la escuela.

 Y si de saberes hablamos era su refrán favorito que " más sabe el diablo por viejo que por diablo". 

"Del dicho al hecho hay un gran estrecho" nos decía cada vez que prometíamos que íbamos a cambiar o íbamos a hacer algo que ya sabía que no lo íbamos a hacer. 

Su sabiduría en refranes me causaba gracia pero también me daba cuenta de las verdades que encerraban. Y muchas veces decía: " como decía mi abuela..." lo que añadía lo ancestral que eran esas frases y como se transmitía de generación en generación. 

"A caballo regalado no se le mira los dientes" solía opinar cuando alguien se quejaba de un obsequio recibido. 

"Éramos pocos y parió la abuela" refrán que me causaba mucha risa, a veces la decía cuando algún invitado " extra" llegaba a la casa sin ser invitado y en compañía de alguien que si lo estaba.

 "En casa de herrero cuchillo de palo " le contestaba a mi papá que no le gustaba el teléfono y él trabajaba en la empresa telefónica del estado. En cambio a ella le encantaba hablar por teléfono y lo hacía hasta por más de media hora. Y lo más llamativo en la época que muy pocas personas tenían teléfono en sus domicilios el número de mi casa lo sabía todo el barrio por lo que muchas veces éramos los que juntábamos los mensajes para los vecinos.

 Tampoco faltaba el " no hay mal que por bien no venga" porque siempre fue una mujer optimista y alegre. Era de encontrar la vuelta de tuerca para que no todo sea un saldo perdedor. 

Y si de ayudar se trataba por supuesto que sus palabras favoritas eran : " haz el bien y no mires a quien". A ella jamás le importó a quien ayudaba. Si había una necesidad y estaba en sus manos ayudar, ahí estaba y era la primera en colaborar. Una vecina la apodaba " la ayuda social"

 A la hora de adelantarse a una situación replicaba " mejor prevenir que curar " por lo que siempre le decía a mi papá cuando algo en la casa había algo que estaba fallando o no funcionaba bien. 

"Siempre que llovió paró" o " no hay mal que dure cien años" me repetía para consolarme cuando una racha de problemas parecía azotarme sin tener una tregua. Y otra frase consuelo es " a falta de pan buenas son las tortas" y “al mal tiempo buena cara”.

 "No todo lo que reluce es oro" era para prevenirte sobre personas que aparentan ser una cosa y son otras o si algo resultaba sospechosamente o más económico que lo debido.

 Y las cosas eran como eran para ella por lo que " a lo hecho pecho" y " al pan, pan y al vino, vino" " El que se va sin que lo echen vuelve sin que lo llamen", otra gran verdad que salía de su boca cuando tal vez alguna amiga se iba enojada por algo sin importancia. No había que meterse en " camisa de once varas" y " en boca cerrada no entran moscas" advertencias claves y consejos sabios. 

No puedo recordar anécdotas suyas sin ninguna de estas palabras con las que decoraba sus acotaciones. Una refranera por tradición familiar, ella había sido criada por su abuela, por lo que era su referente muchas veces. 

Suelo decir estos refranes algunas veces por lo que “ a buen entendedor, pocas palabras”.

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