Casa sombría
Hace años volvieron a vivir al barrio tras casi dos décadas de haberlo dejado. Solo recuerdo haber entrado a esa casa en mi niñez un par de veces cuando parecían ser una familia común.
Después de la muerte de la esposa solo viven allí una hija solterona de unos sesenta años y su padre tal vez casi nonagenario.
No se sabe casi nada de ellos porque casi no interactúan con el resto de los vecinos.
Cada tanto se los ve haciendo algún mandado pero no saludan a nadie. Son tan oscuros como esa casa. Solo las paredes son testigos silentes de lo que ocurre en esa casa sombría.
Tal vez las paredes de la pieza arrullen los sueños olvidados de la mujer, esos que nunca se cumplirán y solo lo conocen entre ellas como un secreto de amigas.
Mientras que las de la cocina extrañan a la madre que supo darle calor de hogar y hoy solo recuerdan la gloria de un pasado dorado.
Una extraña sensación al pasar por la vereda de la casa, de tapiales altos con unos ladrillos agujereados que dejan ver cuando ellos como espías observan el exterior.
En este punto uno presiente que esas paredes son espectadores, oyentes, cómplices y hasta interlocutores de sus dos habitantes.
Es como si vivieran a escondidas del mundo, rodeados de paredes para que se tejan distintas leyendas urbanas con las interpretaciones infinitas de las voces de sus limirantes muros.
Marcela Barrientos 16/10/2023 ©️
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