Bajo el arco del tiempo dormido,
donde la piedra susurra plegarias,
ella se alza —rojo latido—
como llama entre sombras varias.
El musgo la envuelve sin prisa,
la noche la observa, callada,
y en su pecho florece la brisa
de una fe que no pide nada.
¿Es un rezo o es un conjuro?
¿Es perdón lo que brota en su canto?
Sus manos tiemblan en lo oscuro
como faros perdidos del llanto.
Atrás, los fantasmas del miedo
vigilan su ascenso de frente,
pero ella no baja los párpados,
ella arde, paciente y valiente.
Es la mujer del umbral secreto,
la guardiana de escaleras antiguas,
quien transforma el dolor en amuleto
y en su pecho guarda antiguas lenguas.
No la llames espectro ni santa,
no la encierres en nombre ni mito,
es la flor que en lo oscuro se canta
y a lo invisible le da un rito.
Marcela Barrientos 15/07/2025
Derechos de autorareservados
Argentina


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