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miércoles, 22 de octubre de 2025

PUENTES DE OTOÑO

 







PUENTES DE OTOÑO 



Un banco de plaza en otoño. Las hojas caen con lentitud. Se sientan uno al lado del otro, pero sin tocarse.

Camila. —No te enamores de mí.

Lucas. —Es un poco tarde para eso, ¿no?

Se queda en silencio unos segundos, luego le ofrece el café.

Camila. —No lo digas. No lo conviertas en algo real.

Lucas. —No sabía que amar era una amenaza.

Apoya el café sobre el banco, suspira.

Camila. —No es una amenaza. Es una advertencia. Como las que están en los paquetes de cigarrillos.

Lucas. —¿Me estás diciendo que vos... sos dañina?

Se inclina hacia ella.

Camila. —Sí.

Lo dice suavemente.

Lucas. —¿Porque no sentís lo mismo?

La observa, con tristeza creciente.

Camila. —Porque siento demasiado. Y eso me da miedo.

Lo mira, directa esta vez.

Lucas. —El miedo también puede ser un puente, no siempre es una barrera.

Con suavidad.

Camila. —No cuando sabés que lo vas a arrastrar a alguien a un lugar oscuro.

Baja la vista.

Lucas. —¿Es por eso que te alejaste la semana pasada? ¿Por qué desapareciste dos días?

Camila. —Fui al hospital. Me hicieron más estudios. No quiero hablar de eso ahora.

Contiene las lágrimas.

Lucas. —Pero yo quiero estar ahí. No tenés que hacer esto sola.

Camila. —¡Ese es el problema, Lucas! No quiero que estés “ahí”. No quiero que me mires con lástima, con miedo. No quiero que sientas que tenés que quedarte por compromiso o culpa.

Se para de golpe, camina unos pasos, se da vuelta.

Lucas. —¿Y si me quiero quedar porque te quiero? ¿No cuenta eso?

Se levanta también, con el ceño fruncido.

Camila. —Contaría… si esto fuera una historia simple.

Hace una pausa, la voz le tiembla, pero se mantiene firme.

Mira, Lucas. Me despierto con miedo, con náuseas, con un cuerpo que me está empezando a traicionar. Me siento agotada, frágil, asustada. Y en medio de todo eso… vos. Tan bueno, tan lleno de vida, tan dispuesto a darlo todo. Y yo no tengo nada para devolverte. Ni humor, ni planes, ni promesas. Apenas tengo fuerza para sostenerme a mí misma. ¿Entendés?

Lucas. —Podés apoyarte en mí. No necesito nada más.

Da un paso hacia ella.

Camila. —¿De verdad no lo necesitás? ¿Y dentro de un mes? ¿O cuando tenga que dejar de trabajar? ¿Cuando me empiece a caer el pelo? ¿Cuando empiece a verme al espejo y no me reconozca?

Hace un gesto con la mano, como queriendo alejar un pensamiento incómodo.

Vos vas a estar ahí, sí. Y yo voy a estar culpándome todos los días por ser la razón de tu tristeza. Porque eso va a pasar, aunque no lo digas. Y yo no quiero vivir eso. No quiero mirar al amor y sentir que lo estoy ahogando.

Lucas. —No me ahogás. Me hacés sentir vivo.

Camila. —Hoy, tal vez. Pero mañana, Lucas… mañana no sé ni si voy a poder levantarme.

Se cruza de brazos. Está temblando, pero no es por el frío.

Lucas. —Entonces me sentaré a tu lado. Aunque no puedas reír. Aunque no puedas caminar. Aunque estés en silencio.

Da un paso hacia ella.

Camila. —No quiero que tu vida se pause por la mía.

Se seca las lágrimas, respira hondo.

Lucas. —Pero sos parte de mi vida.

La mira fijamente.

Camila. —Entonces haceme un favor. Seguí con tu vida. No me pongas en el centro de todo. No me idealices.

Entrecierra los ojos.

Lucas. —Estás pidiendo que no te ame.

Camila. —Estoy pidiendo que no te destruyas conmigo.

Lucas. —¿Y si el amor no destruye? ¿Y si me fortalece?

La mira con una mezcla de esperanza y dolor.

Camila. —Tal vez. Pero yo no puedo cargar con ese riesgo. No ahora.

Lucas. —Entonces, ¿esto es una despedida?

Camila. —No. Es un descanso. Es una decisión adulta. No te odio, no te dejo con ira. Te estoy cuidando de mí.

Lucas. —¿Puedo seguir llamándote, de vez en cuando?

Sus ojos brillan.

Camila. —Si no esperás nada. Si podés ser sólo amigo.

Sonríe apenas.

Lucas. —Nunca fui bueno en eso.

Camila. —Entonces aprendé. Como yo estoy aprendiendo a dejar ir lo que más deseo.

Da un paso hacia él, le acomoda el cuello de la campera.

Lucas. —Está bien. Te dejo ir. Pero no prometo olvidarte.

Asiente en silencio, se le nota el dolor.

Camila. —Yo tampoco.

Se quedan en silencio. Luego Camila se da vuelta y empieza a caminar hacia el sendero del parque. Lucas la mira alejarse. No hay drama, ni gritos. Solo la aceptación silenciosa de dos personas que, a pesar del amor, eligen caminos distintos.

Y aunque no lo digan, en el corazón de ambos queda encendida —pequeña, quieta— la esperanza de que algún día, en otras circunstancias, sus pasos puedan reencontrarse. No como promesa, sino como un deseo que habita, silencioso, en lo más hondo de lo que no se nombra.

Autora: Marcela Barrientos 18-07-2025

Derechos de autora reservados - Argentina

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