Tal vez porque siempre me persigue la sensación de haber vivido dos vidas y mi ego actual añora el yo del pasado y lucha por desenmascararlo, esa mañana, sentí la necesidad de mirarme en el espejo cuando generalmente ni lo hago.
Tras tantos años de vivir de recuerdos ya ni siquiera me molesto en encontrarme cara a cara más aún cuando hubo un tiempo que fui toda una promesa.
Tal vez porque necesitaba demostrar lo que fui y traerlo del pasado más recóndito, esa mañana sentí que había algo diferente en mí que merecía la pena que sea visto.
Rodeada de personas que nunca van a entender lo mal que se siente vivir de recuerdos de una etapa donde fui feliz y muy curiosa, con ganas de explorar ese mundo que veía en imágenes y leía en los libros.
Pero el destino quiso que tenga dos enfermedades casi simultáneas, de la primera me recuperé inmediatamente me dieron el alta, de la segunda la cura total se cobró el precio de mi libertad, de una eterna sensación de soledad, de fobias que me envuelven como una telaraña.
Esa mañana me desperté distinta, tanto que fui al baño, encendí la luz y me puse frente al espejo. No pude creer lo que vi, allí estaba mi álter ego del pasado, la que recorrió caminos y tiene tantas anécdotas bellísimas.
Busqué una foto para asegurarme que había vuelto. Para mi sorpresa había regresado la misma que parecía que iba a desafiar al mundo con sus ideales.
Fue tan real la imagen en el espejo que incluso creí que los años oscuros fueron una pesadilla, que en realidad nunca pasaron, que había despertado tras un sueño donde fui muy maltratada porque nunca supe explicar el porqué de mi encierro forzoso ni mis peleas con lo que nunca entendí.
Sí, no cabían dudas, había retornado, no solo mi rostro más joven como lo recordaba, sino que mi cuerpo era el de aquellos años. ¿Acaso se había roto el hechizo maligno del que siempre me sentí presa?
Si fuera así ya era hora de demostrar a todos aquellos que me insultan, me gritan, me lastiman con frases cargadas de bronca que ya podían irse, que ya no quería saber nada de sentirme herida, que ya no necesitaba su falsa compañía cargada de palabras humillantes.
No podía dejar de mirarme porque si la magia se evaporaba, volvería a mi vida infeliz y necesitaba reencontrarme con la que fui casi de manera urgente antes de que los fantasmas que tanto me atormentan insistan en querer esclavizarme con personas que ni siquiera tienen la verdadera empatía de entender que nunca fingí el horror que tiraniza mi existir.
Traicionado por mi ego actual, mi álter ego, huyó a esconderse tras las bambalinas desde donde cada tanto se asomaba mostrando pinceladas de un tiempo pretérito que no murió dentro de mí.
Ya no me importa como logré despertarme así tan llena de vida y sin esa mochila que tanto pesaba y que me hundió a los peores años de mi existencia porque por fin había recuperado la que nunca debió de haberse ido. Tantas terapias, oraciones, medicaciones y emociones que jugaron con mi vida arrastrándome a ser considerada el motivo por lo cual todo es mi culpa.
Y créanme que, si esta imagen me devuelve la capacidad de ser aquella que una vez fui, porque juro que no lo inventé, hay documentos que demuestran que esa vida existió, solo voy a dedicarme a probar mi inocencia sobre todo lo que se dice de mí, incluso los reproches más dolorosos de las personas que más debieran acompañarme, aunque sea por un deber de humanidad básico.
¡Espejo, gracias por recuperar a la persona que nunca debió abandonar mi cuerpo y permitirme retornar a esos viejos tiempos donde no necesitaba depender de la limosna dada con mala ganas, simplemente por no tener un peso en su conciencia!
Marcela Barrientos 31-03-2023
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Argentina
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