¡Sí a la vida!
Cada ser humano es único e irrepetible, tiene una esencia propia que en parte viene dentro de su carga genética y luego la educación familiar y social provee de un acervo cultural que nos identifica.
En mi caso personal mi origen biológico es desconocido y por ende anónimo, pero Dios me envió a un hogar con mucho amor con padres que no necesitaron un ADN para recibirme en sus brazos paternos.
Descubrir hace menos de una década y con casi cuarenta años ese secreto que una parte de mí sospechaba tuvo un doble significado muy importante.
En principio no hace falta ser de la misma sangre para ser una familia. Mis padres jamás dejaron ver que yo no fuera su hija.
Todo lo contrario, lo decían con orgullo y hasta inventaron un cuento sobre mi llegada a sus vidas como hija propia.
También, en segunda instancia, abrió esa incógnita sobre mi identidad genética, no mi identidad personal que tiene un nombre y apellido al que espero honrar dado el privilegio que tuve de no ser abortada.
Descubrir el secreto a voces que era conocido no solo por la familia sino por los vecinos en cierta forma fue una mezcla de "algo en mí ya lo sabía" y " fui bendecida por volver a nacer en un hogar que me esperaba con el corazón abierto".
Busco en el laberinto de mi mente razones para equilibrar esa necesidad de saber sobre los padres que forman parte de mi genética sin dejar de valorar lo invalorable de haber sido criada con el mayor cuidado y cariño dentro del seno de padres que jamás permitieron que alguien hiciera diferencia por ser adoptada.
¿Cómo descubrí la verdad oculta durante tantos años?
En la cercanía del cumpleaños número quince de mi hija algo, (¿una señal?) me hizo preguntarle a una prima paterna si sabía si era adoptada.
Las lágrimas en sus ojos contestaron antes que su voz y reconozco que yo también lloré. Esa parte mía que sospechaba desde hacía un tiempo y que tuvo la necesidad de preguntar se sintió abandonada y muy vulnerable.
La revelación que confirmaba mi inquietud provocó muchas cosas en escasos segundos y también fue la llave para entender muchas cosas.
No fue fácil ni simple salir del shock inicial de saber que hubo una mamá que me tuvo nueve meses en su vientre y por alguna circunstancia no pudo criarme y que tampoco lo pudo hacer mi familia paterna.
Nunca eché culpas, por el contrario, con empatía y en el balance sé que gané un doble premio al tener una madre que me permitió nacer y eso es muy valioso teniendo en cuenta la devaluación que tiene la vida en estos tiempos donde las mujeres creen que tienen derecho de asesinar desde sus propios vientres un ser que ya es " único e irrepetible" y que ningún otro bebé tendrá su carga genética.
El otro premio es saber que Dios me tenía preparado otro lugar donde el amor era generoso y me permitirían compartir sus raíces como un injerto que iba a fertilizar sus existencias.
¿Qué hice tras este descubrimiento?
Valoré mucho más a mis padres que para ese año ya estaban ancianos y con muchos problemas de salud.
Nunca les dije que ya sabía el secreto porque les debo un eterno agradecimiento aún ahora que ya no están en este plano.
Junto con mis hijos pudimos acompañar sus últimos años de mucho dolor mi padre y de ceguera y demencia senil mi madre.
Cada tanto, no lo niego, una parte de mí quiere saber sobre mi prehistoria, mi génesis existencial, tal vez como una forma de liberación, pero la otra parte sabe que soy lo que soy por todo el amor y la educación que recibí de los dos únicos seres que estuvieron conmigo en las buenas y en las malas siempre más allá de mis defectos, si bien nunca fui rebelde, por el contrario, creo que los tres sentimos una unidad más allá de los lazos sanguíneos.
Mi conclusión es: ¡Sí a la vida! No podemos negar a nadie el principal derecho que nos hace seres humanos, únicos e irrepetibles, con una misión irreemplazable.
Si el primer derecho se vulnera ningún otro tiene sentido de ser.
Mi dignidad humana comenzó en ese vientre que formó mi cuerpo y me dio un corazón y luego continúo en manos de mis padres que me dieron con amor un nombre y un apellido, un hogar, una educación esmerada y todas las razones para ser agradecida.
Marcela Barrientos 17/03/2023
País: Argentina
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