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jueves, 13 de abril de 2023

Un fin de semana en el campo

 



Tenía once años cuando en las vacaciones de invierno fuimos un fin de semana a visitar a los abuelos de unas amigas de mi barrio en pleno campo de la provincia de Entre Ríos.

Como chica de ciudad al principio me resultó muy difícil entender que la casa tenía todas sus habitaciones por separado.

Esa fue mi impresión inicial pero luego al ver a todos los animales de la granja y la labor que se hace para que podamos tener alimentos en nuestras cómodas casas de ciudad hizo de esa experiencia un recuerdo imborrable.

Lo primero que me encantó fue un lago artificial en el fondo donde había patos nadando. ¡Qué maravilla tener en vivo algo que solo había visto en fotos!

Luego las dos ovejas me fascinaron. Tengo una foto donde mí papá está tocando a una de ellas. No se dejaban alcanzar así que esa foto es como un logro muy especial para mí.

Había también gallinas, gallos y pollitos. Pudimos recoger los huevos frescos y darles de comer a las gallinas comida natural. Los llamados pollos de crianza natural nada de hormonas artificiales.

La leche la obtenían ordeñando bien temprano a las vacas que estaban en la casa de una de las hermanas de mí vecina. Casa que conocimos y por supuesto vimos  las tan preciadas vacas junto con sus terneros.

Disfrutar del aire sin contaminación, ver las estrellas sin ninguna luz artificial y escuchar a las aves nocturnas ... todo era algo nuevo para mí, aunque no voy a negar que me daba un poco de temor el hecho que todas las habitaciones estaban separadas y que el baño estaba afuera, a unos metros de la pieza que compartíamos con mis amigas.

Despertar con todos los sonidos campestres, incluyendo a canto típico de los gallos fue verdaderamente una maravilla. ¡Hasta el sol parece diferente al citadino y eso que es el mismo que nos alumbra a todos!

El fogón donde estaba la pava que servía para el mate de los adultos y el mate cocido de los chicos. Todo era tan distinto a los desayunos diarios de mi casa ya que el pan era casero y el horno a leña estaba enfrente mío.

La abuela de las chicas hizo fideos caseros para el almuerzo, amasados en una mesa rústica de madera que era valiosa por la historia que parecía contar en cada uno de sus surcos. Fue la primera vez que comí todo casero, las pastas, el pollo y la salsa.

Volver a ayudar con las tareas rurales me llevó a reconocer el duro trabajo que empieza desde la mañana bien temprano y si bien se acuestan más temprano a veces las inclemencias climáticas complican el bienestar de las cosechas.

Los cítricos y el maíz son la especialidad de la región. En la época del año en que fuimos ya se comenzaban a ver los futuros frutos.

Fue solo un fin de semana, uno que jamás olvidaré y del que conservo algunas fotos donde veo a mi papá disfrutar de estar con los animales como cuando era niño en la estancia que tenía en Corrientes en su infancia.

En lo que a mí respecta aprendí a valorar el trabajo incansable de los campesinos y la generosidad con que reciben a los huéspedes a pesar de tener pocas comodidades. Además cuántas cosas que consideramos imprescindibles en la ciudad son realmente innecesarias.

La importancia de la naturaleza, tan vital para nuestra vida y que a veces la creemos tan ajena y dependemos de ella en todos los sentidos.

Marcela Barrientos 30-03-2023 D.R.A. Argentina

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